El valiente en la plaza



Hernán era un niño curioso y alegre que vivía en el piso 15 de un gran edificio en pleno centro de la ciudad.

Le encantaba mirar por la ventana y ver cómo las luces de la ciudad brillaban como estrellas en el cielo nocturno. Sin embargo, había algo que le asustaba mucho: las alturas.

Cada vez que intentaba bajar por las escaleras para jugar en la plaza que estaba al lado del edificio, sentía un nudo en el estómago y sus piernas temblaban como gelatina. Siempre volvía corriendo a su casa, sin atreverse a cruzar la puerta principal. Un día, mientras miraba por la ventana, vio a unos niños jugando felices en la plaza.

Sintió una punzada de tristeza al darse cuenta de que él no podía unirse a ellos por miedo a las alturas. Pero algo dentro de él empezó a cambiar.

Recordó las palabras sabias de su abuela: "No hay nada más valiente que enfrentar tus miedos". Decidido a superar su temor, Hernán respiró hondo y se repitió a sí mismo: "¡Yo puedo hacerlo!". Lentamente, se acercó a la puerta y tomó el ascensor hasta el hall del edificio.

Miró hacia abajo y sintió ese cosquilleo en el estómago nuevamente, pero esta vez decidió ignorarlo. Al llegar al lobby, vio al portero Don Ramón quien lo saludó con una sonrisa cálida.

- ¡Hola Hernán! ¿A dónde tan decidido hoy? - ¡Hola Don Ramón! Voy a bajar a jugar con los chicos en la plaza. - ¡Qué valiente eres! Estoy seguro de que te divertirás mucho. Hernán salió del edificio con paso firme y determinado.

Al principio caminaba despacio, cuidando cada paso que daba, pero poco a poco fue agarrando confianza. Cuando llegó finalmente a la plaza, vio cómo los niños lo recibían con entusiasmo. - ¡Miren quién ha decidido unirse a nosotros! - exclamó Sofi.

- ¡Bienvenido Hernán! - gritaron todos juntos. El corazón de Hernán se llenó de alegría al sentirse aceptado por sus compañeros. Jugaron durante horas sin parar: treparon los juegos, corrieron carreras y lanzaron aviones de papel al cielo.

Al caer la tarde, Hernán regresó al edificio con una sonrisa radiante en el rostro. - ¡Lo logré! - exclamó emocionado frente al portero. - Eso es fantástico Hernán. Te dije que eras muy valiente - respondió Don Ramón orgulloso.

Desde ese día, Hernán descubrió que aunque tener miedo era normal, enfrentarlo era lo más importante para poder disfrutar nuevas experiencias y crecer como persona.

Y así fue como Hernán aprendió que solo enfrentando sus miedos podría volar aún más alto que antes; porque ahora sabía que no había límites para aquellos dispuestos a desafiarlos con valentía y determinación.

FIN.

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