El valiente explorador de la selva amazónica



Edward era un niño muy curioso y aventurero. Desde pequeño, se había interesado por la naturaleza y siempre soñaba con explorar lugares desconocidos. Un día, su familia decidió ir de vacaciones a la selva amazónica de Brasil.

Desde el momento en que llegaron, Edward no podía esperar para salir a explorar. "¡Mamá, papá, quiero ser un explorador!", les dijo emocionado. "¡Claro hijo! Pero primero debemos tener mucho cuidado", respondió su padre.

Así que Edward se preparó con todo lo necesario: una mochila con comida y agua, una brújula y un mapa. Acompañado por sus padres y su guía local, comenzaron la caminata hacia la selva profunda.

Durante el camino, Edward vio muchos animales salvajes como monos jugando en los árboles o tucanes volando sobre sus cabezas. También aprendió sobre las plantas medicinales usadas por las tribus locales para tratar enfermedades comunes. De repente, escucharon un fuerte rugido proveniente de algún lugar cercano.

Su guía les dijo que era mejor alejarse rápidamente ya que podría tratarse de un jaguar peligroso. "Pero yo quiero verlo", insistió Edward sin miedo alguno. "No es seguro", le advirtió su madre preocupada.

Pero Edward estaba decidido a ver al jaguar con sus propios ojos. Así que siguió adelante mientras sus padres seguían detrás de él con precaución. Finalmente encontraron al jaguar descansando bajo un árbol gigante.

Era impresionante verlo de tan cerca, pero también era muy peligroso. Edward se dio cuenta de que no podía acercarse demasiado y decidió retroceder. De repente, su guía se alarmó al ver un grupo de cazadores furtivos en la distancia.

Estaban cazando animales salvajes ilegalmente y si los descubrían, podrían estar en peligro. "Debemos irnos inmediatamente", dijo el guía con urgencia. Pero Edward estaba decidido a hacer algo para ayudar a los animales.

Recordó las plantas medicinales que había aprendido anteriormente y pensó que tal vez podría usarlas para distraer a los cazadores mientras escapaban. Así que corrió hacia un arbusto cercano y recogió unas ramas con hojas rojas brillantes.

Les preguntó a sus padres si eran seguras y ellos le confirmaron que sí lo eran. Edward corrió hacia donde estaban los cazadores furtivos y comenzó a arrojarles las ramas de hojas rojas como una especie de confeti. Esto causó bastante confusión entre ellos ya que nunca habían visto nada parecido antes.

Mientras tanto, su familia aprovechó la oportunidad para escapar sin ser vistos por los cazadores. Al final del día, todos regresaron sanos y salvos al campamento base.

"¡Eso fue increíble!", exclamé Edward emocionado "aprendí mucho sobre la naturaleza hoy". Desde ese día en adelante, Edward supo que quería ser un explorador profesional cuando creciera. Había aprendido la importancia de cuidar nuestro planeta y cómo incluso un niño pequeño puede hacer una gran diferencia.

FIN.

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