El valiente Lucas


Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, dos doctores que se destacaban por su habilidad para poner agujas.

Uno de ellos era el doctor Malo, quien tenía fama de ser muy brusco y hacer doler mucho las inyecciones. El otro era el doctor Bueno, quien siempre trataba a sus pacientes con mucho cuidado y ternura. Un día, un niño llamado Lucas tenía que ir al médico para ponerse una vacuna.

Estaba muy asustado porque había escuchado historias sobre lo mal que podía doler. Su mamá le dijo que no se preocupara, que iban a ver al doctor Bueno. Cuando llegaron a la clínica, se encontraron con el doctor Malo en la recepción.

La mamá de Lucas le pidió hablar con el doctor Bueno, pero él les dijo que estaba ocupado atendiendo a otros pacientes y los llevó hasta su consultorio. Lucas temblaba de miedo mientras el doctor Malo preparaba la jeringa.

"Tranquilo chico, esto no va a dolerte tanto", dijo mientras se acercaba con la aguja. Pero cuando estaba por pinchársela en el brazo, algo extraño pasó: la jeringa voló por los aires y cayó al suelo.

El doctor Malo quedó desconcertado mientras Lucas miraba sorprendido hacia arriba. De repente apareció frente a ellos un hombre vestido todo de blanco con alas enormes y brillantes como un ángel.

"No te preocupes Lucas", dijo en tono dulce"Yo soy el Ángel Agujas y vine para ayudarte". El Ángel Agujas tomó al niño de la mano y lo llevó volando por los aires, mientras el doctor Malo se quedaba boquiabierto en su consultorio.

Finalmente llegaron al consultorio del doctor Bueno, quien los recibió con una sonrisa. El Ángel Agujas le explicó que Lucas tenía mucho miedo de las agujas y que necesitaba un poco de ayuda para superarlo.

El doctor Bueno tomó unos globos y comenzó a hacer figuras mientras hablaba con Lucas sobre sus hobbies favoritos. A medida que hablaban, el niño fue relajándose y olvidando su miedo.

Cuando finalmente llegó el momento de poner la vacuna, el doctor Bueno le dijo a Lucas que cerrara los ojos y contara hasta diez. Cuando llegó al número diez, sintió una pequeña picadura en su brazo, pero no le dolió nada. "¡Lo lograste! ¡Ya está!", exclamó el doctor Bueno mientras abrazaba al niño.

Lucas se dio cuenta de que había sido mucho más fácil de lo que pensaba gracias al trabajo en equipo entre él, el Ángel Agujas y el doctor Bueno.

Desde ese día, cada vez que tenía que ir al médico para ponerse una vacuna o cualquier otra inyección, recordaba cómo había podido superar su miedo gracias a la ayuda del Ángel Agujas y del doctor Bueno. Y así aprendió que con un poco de apoyo y trabajo en equipo todo era posible.

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