El valiente Mássimo


En un pequeño pueblo llamado Alegriavilla vivía Mássimo, un niño curioso y juguetón. Todos los días, Mássimo iba al jardín de infantes para divertirse con sus amigos y aprender cosas nuevas.

Sin embargo, desde hacía un tiempo, algo le preocupaba mucho. Mientras su mamá, Pamela, lo acompañaba hasta la puerta del jardín, Mássimo sentía un nudo en el estómago. Le costaba separarse de ella y quedarse solo en el jardín.

Siempre que llegaba la hora de despedirse, Mássimo abrazaba fuerte a su mamá y le decía: "¿Vas a volver por mí?". Y aunque Pamela siempre le aseguraba que sí, Mássimo seguía sintiendo miedo.

Un día, cuando llegó la hora de ir al jardín, Mássimo apretó con fuerza la mano de su mamá y le dijo con voz temblorosa: "Tengo miedo de que no vuelvas por mí".

Pamela se agachó frente a él y le dijo con ternura: "Mira hijo, entiendo que te sientas así, pero quiero que confíes en mí. Siempre voy a volver por ti después de que juegues, comas comida rica y duermas tu siesta". Mássimo asintió lentamente, queriendo creer en las palabras reconfortantes de su mamá.

Se secó las lágrimas con determinación y entró al jardín dispuesto a pasarla bien. Al principio fue difícil para Mássimo concentrarse en los juegos y actividades del jardín. Pero poco a poco comenzó a disfrutar junto a sus amigos.

Se divirtió pintando dibujos coloridos, construyendo castillos de bloques y correteando por el patio. Cuando llegó la hora del almuerzo, Mássimo recordó las palabras de su mamá y probó cada bocado con entusiasmo.

La comida estaba realmente deliciosa y compartirla con sus amigos hizo que se sintiera muy feliz. Después del almuerzo tocaba la siesta. Mientras se acurrucaba en su colchoneta para descansar un rato, los ojitos de Mássimo se cerraron lentamente hasta quedarse profundamente dormido.

Al despertar entre bostezos y estiramientos felices después de una buena siesta reparadora; escuchó una voz familiar diciendo: "-¡Hola mi amor! ¿Listo para irnos a casa?" Era Pamela sonriendo dulcemente mientras extendía su mano hacia él.

Mássimo saltó emocionado al encuentro de su mamá sabiendo ahora que siempre volvería por él después de haber pasado momentos hermosos en el jardín.

Desde ese día en adelante; cada mañana antes de ir al jardín recordaba las palabras reconfortantes de su mamá; confiando plenamente en que siempre regresaría por él después del juego; la comida rica; ¡y una merecida siesta! Así ambos vivieron muchas aventuras maravillosas llenas amor incondicional e inquebrantable confianza mutua.

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