El valiente Mateo



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, un niño llamado Mateo. Mateo era curioso y siempre estaba buscando respuestas a todas sus preguntas.

Un día, mientras jugaba en el parque, miró al cielo y se preguntó: "¿Qué pasaría si dios viniera a visitarnos?". De repente, una luz brillante apareció frente a él y de ella emergió un ser misterioso con barba blanca y ojos brillantes. Era Dios.

"¡Hola, Mateo! He venido para responder tus preguntas", dijo Dios con una sonrisa amable. Mateo se sorprendió pero también emocionado por tener la oportunidad de hablar directamente con Dios. Entonces, comenzaron a caminar juntos por el pueblo mientras conversaban.

"Dios, ¿por qué existen las estaciones del año?", preguntó Mateo. Dios explicó que las estaciones del año eran necesarias para mantener el equilibrio en la naturaleza.

Le contó sobre cómo los cambios en la temperatura afectan a las plantas y los animales, permitiendo que todos tengan suficiente comida y agua durante todo el año. "Pero Dios, ¿por qué hay gente pobre en el mundo?", cuestionó Mateo preocupado. Dios le explicó que la pobreza no era su deseo para nadie, sino resultado de las decisiones humanas.

Les recordó a las personas que debían ayudarse mutuamente y compartir lo que tenían para crear un mundo más justo.

A medida que continuaban su caminata por el pueblo, llegaron al río cercano donde vieron a unos niños peleándose por un juguete. "Dios, ¿por qué la gente pelea y se lastima?", preguntó Mateo confundido. Dios le explicó que las diferencias entre las personas a veces pueden generar conflictos, pero que debemos aprender a resolverlos pacíficamente.

Les sugirió a los niños que hablaran y compartieran sus sentimientos en lugar de luchar, para así encontrar una solución justa para ambos. Mateo y Dios siguieron caminando por el pueblo, y mientras lo hacían, vieron un árbol lleno de frutas maduras.

Al acercarse, notaron que estaba fuera del alcance de todos. "Dios, ¿por qué hay cosas buenas en este mundo que no podemos tener?", preguntó Mateo con tristeza.

Dios le dijo que algunas cosas no son accesibles para todos en un principio, pero eso no significa que nunca puedan conseguirlas. Les recordó la importancia de trabajar duro y perseverar para lograr sus metas.

Luego de pasar todo el día juntos, Mateo se despidió de Dios con gratitud por todas las respuestas recibidas. Comprendió que aunque muchas cosas estaban fuera de su control, aún podía hacer una diferencia positiva en su vida y en la vida de los demás.

A partir de ese día, Mateo decidió aprovechar cada oportunidad para aprender algo nuevo o ayudar a alguien más. Se convirtió en un niño valiente e inspirador para todos los habitantes del pueblo.

Y así fue como Mateo descubrió que aunque no siempre tengamos todas las respuestas o podamos cambiar todo lo malo del mundo, siempre podemos elegir ser mejores personas y marcar la diferencia dondequiera que vayamos. Y esa es una lección invaluable para toda la vida.

FIN.

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