El valiente Max y su vuelo espacial
Había una vez un perrito llamado Max, que soñaba con ser astronauta. Desde cachorro, pasaba horas mirando las estrellas y soñando con aventuras galácticas. Sin embargo, había un pequeño problema: Max tenía miedo a volar.
Un día, la gran Perrospacia, la agencia espacial dedicada a enviar a caninos al espacio, lanzó una misión especial. El objetivo era explorar un nuevo planeta lleno de huesos y juguetes. Todos los perros de su barrio hablaban sobre esta aventura y Max se sintió muy emocionado al enterarse.
"¡Tengo que ir!", pensó Max.
Sin embargo, cuando pensó en el vuelo, su corazón empezó a latir más rápido.
"¿Y si me siento mal en el cohete?", murmuró.
Mientras tanto, sus amigos, la labradora Lila y el bulldog Bruno, se preparaban para la misión.
"No te preocupes, Max. Será divertido", dijo Lila.
"Sí, ¡no es nada de otro mundo!", agregó Bruno.
Max intentó convencer a sus amigos de que era mejor quedarse en la Tierra.
"Tal vez deberíamos jugar en el parque en lugar de ir al espacio", sugirió Max.
Pero sus amigos no se dejaron llevar por su miedo y animaron a Max.
"¿Y si hacemos un trato?", propuso Lila. "Cuando estemos en el cohete, tú contarás hasta diez y te pensarás si realmente quieres quedarte o no".
Max se sintió un poco mejor con la idea. Entonces decidió que, a pesar de su miedo, daría el gran salto.
El día del lanzamiento, Max se vistió con su traje espacial. Se veía impresionante, aunque su pancita temblaba.
"¡Max, vamos!", gritó Bruno, emocionado.
Max se acercó al cohete y miró hacia arriba, sintiéndose pequeño.
"No puedo, no puedo", decía para sí mismo.
Pero al ver a sus amigos sonriendo y esperándolo, decidió dar un paso adelante. Una vez dentro del cohete, Max se sentó entre Bruno y Lila, que le dieron una patita de aliento.
Cuando el cohete comenzó a despegar, Max cerró los ojos muy fuerte. La cuenta regresiva empezó: "5, 4, 3, 2, 1... ¡Despegamos!". Y el cohete salió disparado al espacio.
Max sintió el empuje y un nudo en el estómago. Pero pronto, una suave sensación de ingravidez lo envolvió.
"¡Mirá! ¡Ya estamos volando!", exclamó Bruno.
Max abrió los ojos y de pronto todo se sintió diferente. Las estrellas brillaban y el planeta Tierra parecía una canica desde lo alto.
"¡Me encanta!", dijo Lila, mirando por la ventana.
"¿De verdad es tan lindo?", preguntó Max, un poco dudoso.
Al ver a sus amigos tan contentos, Max decidió asomarse a la ventana. Y para su sorpresa, se dio cuenta de que volar no era tan aterrador como pensaba.
"¡Miren! ¡Ese es el planeta de los huesos!", gritó Lila apuntando.
"¡Vamos! ¡Debemos aterrizar!", dijo Bruno emocionado.
Después de un emocionante viaje, el equipo aterrizó en el nuevo planeta. Los tres perros se lanzaron a explorar. Allí encontraron montañas de huesos, ríos de agua fresca y juguetes por todas partes.
"¡Esto es increíble!", ladró Max, lleno de felicidad. Y en ese momento, se dio cuenta de que había superado su miedo.
Al finalizar su aventura, Max tomó el micrófono del comunicado y dijo:
"Nunca imaginé que volar podría ser tan divertido. A veces, hay que enfrentar los miedos para descubrir lo grandioso que hay al otro lado".
Sus amigos lo vitorearon y Max se sintió más valiente que nunca. Desde aquel día, no solo fue conocido como Max el perro astronauta, sino como Max el superhéroe que enfrentó su miedo y voló hacia las estrellas.
FIN.