El valiente Nicolás y la verdad electoral



En un pequeño pueblo de Argentina en el año 1930, vivía un ciudadano llamado Nicolás. Era un hombre de corazón noble y siempre se preocupaba por los demás. A Nicolás le gustaba hacer volar su cometa en las tardes, y mientras el viento la hacía bailar en el cielo, soñaba con un país donde todos pudieran elegir libremente a sus representantes.

Un día, mientras volaba su cometa, escuchó a unos vecinos conversando sobre las elecciones que se aproximaban.

"Che, ¿viste lo que pasó en la última elección? Todo fue un desastre. Nadie sabe a quién votó realmente la gente", dijo uno de ellos.

"Sí, esos tipos hacen lo que quieren con los votos. No hay justicia", respondió el otro.

Nicolás se sintió incómodo. Decidió que era hora de actuar y hacer algo en favor de la verdad. Así que se fue a su casa y comenzó a pensar en cómo podría ayudar a su comunidad a entender la importancia de las elecciones libres.

Un par de días después, reunió a algunos niños del barrio y les dijo:

"Chicos, hoy quiero contarles un secreto muy importante sobre nuestra democracia. El voto es nuestra voz. Si no lo cuidamos, otros decidirán por nosotros."

Los niños lo miraron con curiosidad.

"¿Cómo podemos ayudar, Nicolás?" preguntó Lucía, una niña de grandes ojos curiosos.

"Podemos hablar con nuestros padres y contarles que necesitamos que voten con libertad, y que no dejen que otros les dicten a quién deben elegir," explicó Nicolás.

Los niños, entusiasmados, se pusieron a trabajar. Hicieron carteles con mensajes sobre la importancia de votar y corrieron por el barrio pegándolos en las paredes, haciendo eco del mensaje de Nicolás.

Pero no todo fue fácil. Un hombre fuerte y ruidoso del pueblo, conocido como Don Ramiro, se enteró de lo que estaban haciendo. Don Ramiro era conocido por sus prácticas dudosas en las elecciones y no quería que los demás supieran. Un día se acercó a Nicolás y los niños.

"¿Qué están haciendo, ustedes? ¿Creen que pueden cambiar algo con esos carteles?" dijo Don Ramiro despectivamente.

"¡Sí!" respondió Nicolás, firme,

"Vamos a cuidar nuestra democracia. ¡No queremos más fraude!"

Don Ramiro se rió a carcajadas.

"¡Ja! Chicos, la verdad es que nunca podrán cambiar cómo se hacen las cosas aquí."

Pero Nicolás sabía que no podía rendirse. Reunió a los niños y les dijo:

"No debemos dejar que el miedo nos detenga. Muchos otros ciudadanos quieren un cambio, solo necesitan ser escuchados. A veces, la verdad necesita un poco de valentía. ¡Vamos a hacer una reunión en la plaza!"

Así, organizaron una reunión en la plaza del pueblo y pusieron la voz sobre la corrupción en las elecciones. La noticia se extendió por el pueblo y más personas comenzaron a unirse a ellos.

Un poco después, llegó el día de la reunión. La plaza estaba llena de personas. Nicolás subió a un pequeño escenario de madera y empezó a hablar con pasión.

"¡Queridos vecinos! Hoy estamos aquí para alzar nuestra voz por la libertad y la justicia. Necesitamos que todos voten con libertad y no dejen que los demás decidan por nosotros. ¡La verdad es más fuerte que el miedo!"

Mientras hablaba, muchos lo escuchaban con atención, desde los más pequeños hasta los más grandes. La esperanza y la valentía comenzaron a despertar en el pueblo.

Don Ramiro, viendo que la gente estaba interesada, intentó detener la reunión con su presencia amenazante.

"¡Basta de este circo! No se dejen engañar, la política así siempre ha funcionado y así seguirá!" gritó.

Pero Nicolás no se amedrentó.

"La política debe ser para el pueblo y por el pueblo, no para unos pocos. ¡Necesitamos el compromiso de todos para hacer las cosas bien!"

Las personas empezaron a aplaudir. Entonces, Don Ramiro, sintiéndose perdido, decidió irse.

Al final del día, los vecinos decidieron unirse, prometiendo hacer un esfuerzo conjunto en cada elección. La plaza se llenó de sonrisas. Los niños se abrazaron y gritaron de alegría.

Nicolás, viendo cómo su pequeño sueño había comenzado a tomar forma, sonrió y dijo:

"Gracias a todos. Cuando nos unimos, somos más fuertes, y juntos podemos hacer el cambio que queremos!"

Con el paso del tiempo, las elecciones en el pueblo comenzaron a cambiar. La gente empezó a votar con conciencia, y poco a poco, el fraude fue desapareciendo. La comunidad aprendió que la verdad y el compromiso de todos podían hacer la diferencia.

Y así, Nicolás y los niños se convirtieron en guardianes de la democracia. Con su valentía, mostraron que incluso las voces más pequeñas pueden resonar fuerte en el corazón de una nación. Cada vez que Nicolás volaba su cometa, miraba al cielo con esperanza, soñando con un futuro donde cada voz pudiera ser escuchada, sin importar las adversidades. Y así, el pueblo celebró un nuevo comienzo, donde la verdad siempre brillaría como su faro.

FIN.

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