El valiente osito y el cocodrilo nadador



Había una vez un cocodrilo llamado Carlos que se pasaba los días bañándose en el río, disfrutando del sol y jugando con las olas. Un día, mientras flotaba en el agua, vio acercarse a un osito que parecía tímido y un poco triste.

- Hola, cocodrilo, ¿qué haces? - preguntó el osito con voz temerosa.

- ¡Hola, osito! Estoy nadando. ¿Querés venir a nadar conmigo? - respondió Carlos con una gran sonrisa.

- No sé nadar 😞 - dijo el osito, alejándose un poco del agua.

Carlos se sumergió en el agua y emergió haciendo un gran chapoteo, como para demostrarle al osito que el agua era divertida.

- ¡Vamos, no tengas miedo! El agua es fresca y se siente bien - dijo el cocodrilo, moviendo su cola de un lado a otro.

- Pero no sé cómo nadar, y si me hunde - replicó el osito, mirando con preocupación el río.

El cocodrilo pensó un momento y dijo:

- Te voy a enseñar. Primero, hay que entrar despacito. Ven conmigo, yo te cuidaré.

El osito dudaba. Nunca antes había estado tan cerca del agua. Luego de pensarlo un momento, se armó de valor y dio un paso hacia el borde del río.

- Bueno, voy a intentarlo - dijo el osito, acercándose más.

- ¡Eso es! - lo animó Carlos. - Vamos juntos. Uno, dos, ¡tres!

Los dos se metieron al agua. Carlos mantuvo al osito cerca de él, y el pequeño empezó a sentir la frescura del río.

- ¡Es más divertido de lo que pensé! - exclamó el osito, mientras movía sus patitas.

- Ahora, flota dejando que el agua te sostenga - le dijo Carlos.

El osito seguía un poco nervioso, pero hizo lo que le dijo. ¡Y vaya que lo logró! Se sintió como un pequeño globo, flotando suavemente en la superficie.

- ¡Lo logré! ¡Estoy nadando! - gritó feliz el osito.

- ¡Muy bien! Ahora, intentá mover las patitas como si estuvieras caminando - aconsejó el cocodrilo.

Con cada movimiento, el osito se sentía más seguro, pero en un momento perdió el equilibrio y empezó a chapotear.

- ¡Ayuda! - gritó, asustado.

- ¡Tranquilo! ¡Aguantá! - dijo Carlos nadando rápidamente hacia él y lo sujetó con su cola.

- No pasa nada, vamos a intentar otra vez, pero esta vez, ¡no te preocupes si chapoteas!

Después de un rato, el osito se sintió mucho más seguro, y mientras jugaban en el agua, se zacaban mil carcajadas.

- ¡Esto es maravilloso! - gritó el osito, disfrutando de su nueva habilidad.

- ¿Ves? Lo importante es intentarlo - le dijo Carlos, sonriendo.

Pasaron la tarde nadando, saltando y riendo juntos. El sol empezó a ocultarse y el osito, cansado pero feliz, dijo:

- Gracias, Carlos. Nunca pensé que aprender a nadar sería tan divertido.

- Y nunca pensé que un osito podría ser tan valiente. - respondió el cocodrilo con orgullo.

Desde aquel día, el osito se convirtió en el mejor nadador del bosque y siempre compartió su historia con otros animales que tenían miedo del agua. Los cuidaba y les enseñaba con amor lo que Carlos había hecho por él. Así, juntos, hicieron del río un lugar lleno de risas y aprendizaje.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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