El valiente pájaro rojo



Había una vez un pájaro rojo llamado Rubí que vivía en un hermoso árbol frondoso en un bosque lleno de vida. Un día soleado, Rubí decidió que tenía ganas de disfrutar de una deliciosa manzana roja que colgaba de una rama baja. Desde su hogar en la parte más alta del árbol, observó atentamente el brillo de la manzana y decidió lanzarse al vuelo hacia ella.

“¡Qué rica se ve esa manzana! ” pensó Rubí, mientras descendía rápidamente en picada.

Pero en las sombras del árbol, un astuto zorro llamado Zorrito acechaba a Rubí. Zorrito, con su pelaje anaranjado y sus ojos brillantes, había estado buscando algo para comer y la visión del pequeño pájaro lo hizo relamerse.

“¡Hoy voy a comer algo delicioso! ” dijo Zorrito con una sonrisa astuta.

Justo cuando Rubí aterrizó frente a la manzana y comenzó a picotearla, sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo. Levantó la vista y vio al zorro acercándose sigilosamente.

“¡Oh no! ” gritó Rubí, “¡Un zorro! ”

Pero antes de que el miedo pudiera apoderarse de él, Rubí recordó algo que su madre siempre le decía: “Cuando las cosas se pongan difíciles, usa tu velocidad y tu ingenio”. Así que, sin perder un segundo, Rubí extendió sus alas y dio un gran salto al vuelo.

Zorrito, sorprendido por la rapidez del pájaro, intentó apresurarse pero Rubí ya estaba en el aire, zumbando como una flecha.

“¡Volvé aquí, pájaro rojo! ” gritó Zorrito, pero Rubí ya estaba muy alto, volando entre las ramas.

“¡Nunca voy a rendirme! ” exclamó Rubí, mientras se movía ágilmente entre los árboles. “Si el zorro quiere comida, ¡tendrá que esforzarse! ”

El pateo del zorro se convirtió en un juego de astucia. Mientras Rubí volaba de un árbol a otro, Zorrito lo seguía, pero no podía alcanzarlo. De repente, Rubí tuvo una idea brillante. Se dirigió hacia una parte del bosque donde crecía un grupo de manzanas aún más brillantes.

“Si Zorrito me sigue, lo llevaré lejos de mi árbol,” pensó Rubí mientras descendía cerca de las manzanas.

El zorro, viendo que el pájaro se había detenido, se lanzó hacia él. “¡Aquí estás, pájaro! ” se relamió nuevamente. Pero Rubí, con su gran velocidad, dio un giro veloz, llevando al zorro en una carrera alocada por todo el bosque.

A medida que avanzaban, Rubí guío al zorro hacia un área llena de arbustos espinosos.

“¿No me dijiste que tenías hambre? ” le dijo Rubí en un tono juguetón. “¿Qué tal un poco de espinas para acompañar tu almuerzo? ”

Zorrito no podía creerlo. Con un salto y un giro, Rubí voló sobre los arbustos, dejando a Zorrito enredado entre las espinas.

“¡Au, au! ¡Esto no era parte de mi plan! ” gritó Zorrito.

Rubí, ya a salvo en un árbol cercano, se echó a reír. “Sigue intentándolo, Zorrito, pero nunca subestimes la velocidad de un pájaro rojo.”

Después de unos momentos, el zorro se soltó y se sentó, un poco enojado, pero ahora entendía algo muy importante. “Tal vez debería buscar mi comida en otro lugar, en vez de acorralar a los demás.”

Y así, Rubí disfrutó su manzana y se hizo amigo del bosque. Desde ese día, cada vez que Zorrito tenía hambre, aprendió a buscar sus propias delicias y, a veces, incluso encontraba una manzana para compartir con su nuevo amigo.

Y así, Rubí y Zorrito aprendieron que la astucia, el ingenio y la rapidez pueden ganar cualquier carrera. Ambos volaron y corrieron juntos, explorando el bosque en busca de nuevas aventuras, demostrando que cada quien tiene su lugar en la naturaleza, y a veces, solo se necesita un poco de creatividad para resolver los problemas.

“¡Hasta la próxima aventura! ” gritó Rubí mientras Zorrito sonreía.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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