El valiente pastorcito
Érase una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, vivía un niño llamado Juanito. A sus 10 años, ya tenía una gran responsabilidad: pastorear las ovejas de su familia.
Todos los días, muy temprano por la mañana, salía al campo con su perro Bruno y las obejas. Juanito amaba a las obejas y se aseguraba de cuidarlas como si fueran parte de su propia familia.
Las llevaba a los mejores pastizales, las protegía del frío y siempre estaba atento para evitar que se perdieran. Un día soleado, mientras Juanito guiaba a las obejas hacia el campo abierto, ocurrió algo inesperado. Un ruido fuerte asustó a las obejas y comenzaron a correr en todas direcciones.
Juanito intentó detenerlas desesperadamente pero era imposible controlarlas. Las obejas desaparecieron entre los árboles y Juanito quedó solo con Bruno mirando desconcertados la escena. El corazón de Juanito se llenó de tristeza y preocupación.
Sabía que debía encontrar a las obejas antes de que cayera la noche o estarían en peligro. Con lágrimas en los ojos pero determinación en su corazón, Juanito decidió buscar ayuda en el pueblo cercano.
Corrió lo más rápido que pudo hasta llegar al mercado donde encontró al señor Pedro, el granjero más sabio del lugar. "Señor Pedro ¡necesito su ayuda! Mis obejas se han perdido", dijo Juanito angustiado.
El señor Pedro miró compasivamente al niño y le contestó: "No te preocupes juanito, juntos encontraremos una solución. Pero primero, debemos mantener la calma". El señor Pedro reunió a un grupo de voluntarios del pueblo y todos salieron en busca de las obejas perdidas.
Juanito guiaba al grupo hacia los lugares donde pensaba que podrían haberse escondido. Después de horas de búsqueda, el equipo estaba agotado y sin señales de las obejas. Todos comenzaron a desanimarse, pero Juanito se negó a rendirse.
Recordó cómo su abuelo le había enseñado a escuchar el sonido del viento cuando las obejas se asustaban. "¡Chicos! Escuchen atentamente", exclamó Juanito emocionado. Todos guardaron silencio y prestaron atención al viento que soplaba suavemente entre los árboles. De repente, escucharon un débil balido proveniente del bosque cercano.
"¡Allí están!", gritó Juanito con alegría. El grupo corrió hacia el sonido y finalmente encontraron a las obejas agrupadas cerca de un arroyo. Estaban asustadas pero sanas y salvas.
Los voluntarios ayudaron a llevarlas de regreso al campo mientras Juanito les daba las gracias emocionado. Cuando todo volvió a la normalidad, Juanito se acercó al señor Pedro para mostrarle su gratitud por toda la ayuda brindada.
"Señor Pedro, no sé cómo expresar mi gratitud por lo que ha hecho hoy", dijo Juanito con admiración. El señor Pedro sonrió y respondió: "Juanito, lo importante es nunca rendirse ante los desafíos.
A veces, cuando algo parece imposible, solo necesitamos mantener la calma, buscar ayuda y confiar en nosotros mismos". Desde aquel día, Juanito aprendió que no importa cuán difícil sea una situación, siempre hay una solución si nos esforzamos lo suficiente y contamos con el apoyo de los demás.
Y así, Juanito siguió pastoreando las obejas con aún más dedicación y amor. Siempre recordaba la lección que había aprendido: nunca rendirse y confiar en su capacidad para superar cualquier obstáculo.
FIN.