El valiente ratoncito
Había una vez un ratoncito muy pequeño llamado Ratico, que vivía en una cueva oscura al borde de un gran jardín. Ratico era un ratón muy miedoso, así que siempre prefería quedarse en casa en lugar de aventurarse al exterior. Un día, sintiéndose un poco más valiente, decidió salir de su cueva en busca de comida.
Mientras exploraba, Ratico vio algo que hizo que su corazón latiera con fuerza. Era un hermoso pedazo de queso amarillo que brillaba bajo el sol.
"¡Qué delicioso!" - pensó Ratico, mientras su pancita hacía ruidos por el hambre.
Sin embargo, en lugar de sentir entusiasmo, su miedo comenzó a apoderarse de él.
"Pero, ¿y si hay un gato? ¿Y si hay trampa?" - se decía a sí mismo.
Ratico se quedó a un lado, observando el queso desde lejos. A medida que pasaban las horas, el hambre iba creciendo, pero su miedo a los peligros también. Entonces, un día, un pájaro llamado Tico, que siempre estaba volando por allí, notó al pequeño ratón.
"¿Qué te pasa, amigo Ratico?" - le preguntó el pájaro "Te veo triste y con pancita vacía".
"Vi un pedazo de queso, pero tengo miedo de ir a buscarlo. ¿Y si algo malo sucede?" - respondió Ratico, con sus pequeños ojos llenos de temor.
Tico se posó a su lado y le dijo:
"A veces, los deseos más grandes requieren un poco de valentía. Si no intentas, nunca sabrás si era peligroso o no. ¡Vamos, soy tu amigo y te ayudaré!"
Ratico miró al pájaro, sintiendo que sus palabras lo motivaban un poco más. Entonces, juntos empezaron a acercarse al queso, Ratico temblando de pies a cabeza.
Cuando estaban cerca, de repente, escucharon un ruido.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Ratico, angustiado.
"No te preocupes, quizás solo fue el viento" - respondió Tico, con voz tranquilizadora.
Los dos amigos continuaron avanzando, y al llegar al trozo de queso, comprobaron que no había gato ni trampa alguna.
"¡Lo logré!" - gritó Ratico, saltando de felicidad.
"Sí, lo hiciste. ¡Ves? El miedo muchas veces se imagina más de lo que es!" - sonrió Tico, admirando el valentía de su amigo.
Ratico tomó un gran bocado de queso, disfrutando por primera vez de su sabor.
"¡Es delicioso!" - exclamó mientras comía.
Desde ese día, Ratico aprendió que ser valiente no significa no tener miedo, sino enfrentarlo a pesar de todo. A veces, lo más dulce y satisfactorio está justo al otro lado del miedo.
Así, Ratico y Tico se hicieron buenos amigos, y juntos vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que la valentía puede abrir muchas puertas.
El ratoncito, que alguna vez fue tan miedoso, se convirtió en un explorador del jardín, siempre en busca de nuevos sabores y experiencias, con su amigo Tico siempre a su lado.
Y así, en un mundo lleno de maravillas, el pequeño Ratico aprendió a volar, al menos en su corazón.
FIN.