El valiente secreto de Benito



Había una vez, en un hermoso campo rodeado de verdes praderas, una granja donde vivía una familia de conejos llamada los Saltarines. Esta familia estaba compuesta por Papá Conejo, Mamá Coneja y sus dos hijos, Benito y Lola.

En el fondo de la granja, había una huerta llena de deliciosas zanahorias. Las zanahorias eran el alimento favorito de los conejitos y siempre se las comían con mucho gusto.

Pero un día, algo inesperado sucedió: los Saltarines se comieron todas las zanahorias de la huerta. El dueño de la granja, Don Manuel, al darse cuenta de que no quedaba ni una sola zanahoria en su huerta, se enfadó mucho.

No entendía cómo podía haber desaparecido todo su cultivo tan rápidamente. Unos días después del incidente en la huerta, mientras Benito jugaba cerca del bosquecillo cercano a la granja, escuchó unos ruiditos extraños provenientes detrás de unas ramas.

Se acercó sigilosamente para investigar y allí encontró a los culpables: ¡una familia entera de conejos! Benito se dio cuenta enseguida que esos conejos eran sus propios hermanos y padres. Estaban asustados porque sabían que Don Manuel quería cazarlos por haberse comido todas las zanahorias.

"¡Papá! ¡Mamá! ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué están escondidos?", exclamó Benito sorprendido. "Hijo mío", dijo Papá Conejo con tristeza en su voz.

"Hemos venido aquí a escondernos porque nos dimos cuenta de que alguien se comió todas las zanahorias de la huerta. No queríamos que Don Manuel nos encontrara y nos hiciera daño". Benito, con lágrimas en los ojos, les explicó lo sucedido en la huerta. "Papá, Mamá, fui yo quien se comió todas las zanahorias.

No fue culpa de ustedes", confesó Benito mientras abrazaba a sus padres. Los conejitos se miraron unos a otros sin poder creerlo. Estaban sorprendidos por la lealtad y el amor que su hijo les tenía.

"Benito, eres un conejo muy valiente y generoso", dijo Mamá Coneja emocionada. "Aunque hayas cometido un error al comer las zanahorias, has demostrado que estás dispuesto a protegernos incluso si eso implica enfrentar consecuencias difíciles". Justo en ese momento, escucharon voces acercándose rápidamente.

Era Don Manuel junto a sus perros de caza. Los Saltarines sabían que tenían que actuar rápido para escapar del peligro. "¡Vamos! ¡Rápido!", exclamó Papá Conejo mientras tomaba a sus hijos por las patitas y corría hacia el bosquecillo.

Corrieron y saltaron entre los árboles hasta llegar a un lugar seguro donde los perros no podían seguirlos. Allí se detuvieron para descansar y recuperarse del susto. "Gracias, Benito", dijo Papá Conejo sonriendo orgulloso.

"Tu valentía nos salvó la vida. A partir de ahora, seremos más cuidadosos y respetaremos el trabajo de los demás". Los Saltarines aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de la honestidad y la lealtad.

Desde aquel día, nunca volvieron a comerse las zanahorias de Don Manuel sin permiso. En cambio, buscaron formas creativas de compartir con él los frutos del huerto.

Y así, esta familia de conejos demostró que incluso en momentos difíciles, el amor y el respeto pueden superar cualquier obstáculo.

FIN.

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