El Valiente Soldado y el Niño Sabio
Era una mañana soleada cuando un grupo de escolares decidió aventurarse en una excursión a un lejano bosque conocido por sus misterios y leyendas. Entre ellos, había un niño muy inteligente llamado Juan, que siempre llevaba una mochila llena de libros y curiosidades. Sin embargo, también había un soldado miedoso, llamado Ricardo, que había prometido proteger a los niños, aunque sus temores lo llevaban a dudar de sí mismo.
Cuando llegaron al bosque, la emoción de los niños era palpable. Investigaron los árboles, recogieron hojas y disfrutaron del aire fresco. Pero mientras exploraban, pronto se toparon con una vieja casa encantada, cubierta de enredaderas y misterio.
"¡Miren!" - gritó Juan con entusiasmo, acercándose a la casa. "¡Debemos entrar!"
"¿Entrar? ¡No! Esa casa debe estar llena de fantasmas y cosas peores!" - exclamó Ricardo, asustado. "No soy valiente, soy un soldado miedoso. Nunca he enfrentado un fantasma."
Los niños comenzaron a reírse de la reacción de Ricardo, pero Juan vio que el soldado realmente estaba aterrado. Entonces, tuvo una idea.
"¿Y si hay una forma de ser valiente, aun teniendo miedo?"
Ricardo frunció el ceño, pensando en las palabras del niño.
"¿Cómo?"
"Podemos hacer una pequeña investigación. Si encontramos algo que explique los ruidos, podremos deshacer el mito de la casa encantada," - sugirió Juan, mostrando su valentía y razón.
Con el grupo de niños apoyando la idea, decidieron entrar en la casa. La puerta chirrió cuando la abrieron, dejando escapar un soplo de aire frío. Por dentro, las paredes estaban cubiertas de polvo y telarañas, y había un sinfín de objetos antiguos.
Las sombras de la casa danzaban en las paredes, pero Juan, con su linterna, iluminó un rincón donde una marioneta antigua colgaba.
"¡Miren! Esto es solo una marioneta, no hay fantasmas aquí. Las cosas pueden parecer aterradoras, pero a veces son solo malentendidos," - dijo Juan, animando a sus compañeros.
"¡Claro!" - dijo una niña del grupo. "No hay nada de qué tener miedo. Solo es una casa vieja."
Ricardo, encontrando un poco de valor, se acercó.
"Entonces, si esto no es tan aterrador... ¿qué más hay aquí?"
"¡Vamos a descubrirlo!" - respondió Juan, entusiasmado.
Cada habitación que exploraban revelaba un nuevo misterio. En la cocina, encontraron un viejo libro de recetas, lleno de notas y recuerdos. Al final de la sala de estar, un piano cubierto de polvo parecía estar esperando por alguien que tocara una melodía. Poco a poco, Ricardo fue sintiéndose más cómodo.
"¿Sabés qué? Tal vez no sea tan miedoso después de todo", - dijo el soldado, mientras tocaba las teclas del piano, produciendo una melodía suave.
"¡Eso es! A veces lo que parece aterrador solo necesita un poco de curiosidad y amistad para desvanecerse," - dijo Juan, sonriendo.
De pronto, un fuerte golpe resonó desde un cuarto superior. Todos se miraron con ojos grandes.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Ricardo, volviendo a sentir el miedo.
"¡Debemos investigar!" - propuso Juan, dándose cuenta de que ahora no solo era su curiosidad, sino su valentía la que estaba en juego.
Subieron las escaleras crujientes, llegando a la habitación de arriba. Allí, encontraron a un pequeño gato atrapado en una caja.
"¡Mira!" - exclamó Juan. "Solo un gato, no un fantasma."
"Habría sido un gato asustado que hizo ruido cuando intentó salir. Hicimos un gran lío de esto, y ahora ayudamos a un amigo animal", - dijo Ricardo, sonriendo por primera vez.
El grupo liberó al gato, y al hacerlo, algo mágico sucedió. La casa pareció cobrar vida. Las luces empezaron a brillar y los ecos de risas llenaron el aire.
"Tal vez hay más magia en el mundo de lo que parece, especialmente cuando dejamos que nuestras dudas se disipen por la curiosidad," - reflexionó Juan.
Finalmente, dejaron la casa, llevando con ellos no solo un gato rescatado, sino también una nueva comprensión del valor y la amistad. Ricardo sonrió con confianza mientras caminaban de regreso.
"Gracias, Juan. Este día fue lleno de sorpresas y aprendizaje. Tal vez debería dejar de tenerle miedo a lo desconocido."
"Y yo debería recordar que todos necesitamos un poco de valentía. Cada uno puede ser valiente a su manera", - respondió Juan.
Al volver a la escuela, los niños nunca olvidaron su aventura en la casa encantada. Y Ricardo, el soldado miedoso, se volvió un protector valiente, recordando siempre que, a veces, enfrentar los miedos solo requiere un poco de curiosidad y un amigo al lado.
FIN.