El valiente Tomás

Había una vez un pequeño niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo al lado de un gran castillo.

Durante años, Tomás había soñado con entrar al castillo y ver todas las maravillas que escondía dentro de sus muros. Sin embargo, el rey del castillo era conocido por ser muy malvado y no permitir que nadie entrara sin su permiso. Incluso los habitantes del pueblo temían acercarse demasiado al castillo por miedo a la ira del rey.

Un día, mientras Tomás estaba jugando cerca del castillo, vio algo en el cielo. ¡Era un enorme dragón! El dragón comenzó a atacar el castillo y los soldados del rey no parecían ser capaces de detenerlo.

Tomás sabía que tenía que hacer algo para ayudar. Con valentía, corrió hacia el dragón armado solo con su espada de madera y su escudo hecho a mano. -¡Alto ahí! -gritó Tomás mientras se paraba frente al dragón-.

¡Deja de atacar este castillo! El dragón lo miró fijamente durante unos segundos antes de lanzar una llamarada directamente hacia él. Pero Tomás fue rápido y logró esquivarlo gracias a su agilidad.

-¡No voy a dejarte pasar! -dijo el dragón con una voz profunda y amenazadora mientras intentaba atacarlo nuevamente. Pero Tomás no se rindió. Usando toda la fuerza que tenía en su cuerpo, logró clavar su espada en la pata trasera del dragón, haciéndolo retroceder momentáneamente.

El rey, que había estado observando la pelea desde su balcón, quedó impresionado por la valentía del pequeño niño. Decidió entonces permitirle entrar al castillo. Tomás entró al castillo con una gran sonrisa en su rostro y un poco de miedo también.

Pero rápidamente se dio cuenta de que el rey no era tan malvado como todos decían. De hecho, le ofreció una merienda y lo invitó a recorrer todo el lugar.

Desde ese día en adelante, Tomás visitaba el castillo cada vez que podía y se convirtió en amigo del rey. Y aunque nunca volvió a luchar contra dragones nuevamente, siempre recordaría esa aventura como una muestra de su valentía e ingenio para resolver problemas difíciles.