El valiente Valentín y la Carrera de la Amistad



Había una vez un niño llamado Valentín que vivía en un pequeño pueblo. Valentín era un niño lleno de sueños y aventuras, pero había algo que lo hacía diferente: usaba una silla de ruedas. A pesar de que tenía un gran corazón, los otros chicos a veces lo miraban de reojo y preferían no jugar con él.

Un día, la escuela anunció una gran competencia de carreras. Valentín se emocionó:

"¡Voy a participar!"

Su hermana, Valeria, le sonrió y le dijo:

"¡Sí, Valentín, eso sería genial! Pero... ¿no creés que podrían no querer correr contigo?"

Valentín bajó la mirada, pensando en los otros niños. Era verdad que nunca lo elegían para jugar. Pero luego recordó la historia que su abuelo le contaba sobre el valor y la perseverancia. Decidió que no dejaría que eso lo detuviera.

El día de la carrera llegó y el aire estaba lleno de emoción. Todos los chicos se alinearon en la línea de partida. Entre ellos estaba Simón, un niño muy rápido y competitivo, que dijo:

"¡Vamos, acelerados, hoy sólo ganarán los más rápidos!"

Valentín se sintió un poco inseguro, pero su hermana le dio un empujoncito de aliento.

"Recordá, Valentín, lo importante es disfrutar y hacer amigos. ¡Atréve-te!"

Cuando la carrera comenzó, Valentín empezó a avanzar con su silla. Aunque no iba tan rápido como los demás, sonreía y movía con energía sus brazos empujando. La multitud lo miraba, algunos con asombro, otros con indiferencia.

Simón estaba liderando la carrera, pero luego de unos minutos, se oyó un grito:

"¡Ayuda!"

Todos miraron hacia atrás y vieron que una niña llamada Clara se había caído de su bicicleta. Simón se detuvo, dudando, y comenzó a moverse hacia ella. Pero Valentín no lo pensó dos veces:

"¡Voy a ayudarla!"

Mientras los demás niños seguían corriendo, Valentín maniobró su silla y rápidamente se acercó a Clara.

"¿Estás bien?"

Clara lo miró, sorprendida.

"Me duele un poco la rodilla, pero creo que podré levantarme. ¡Gracias, Valentín!"

Valentín la ayudó a levantarse, y aunque no pudo continuar la carrera, quedó orgullo de haber hecho lo correcto. Al poco tiempo, Simón llegó y dijo:

"Buena jugada, Valentín. No pensé que harías eso. Te admiro, amigo."

Valentín sonrió, sintiendo que algo dentro de él había cambiado. **La carrera no sólo se trataba de quién llegaba primero, sino también de ayudar a los demás.**

Después de unos días, Valentín notó que algunos chicos empezaron a acercarse a él.

"¡Ey, Valentín! ¿Querés jugar con nosotros hoy?"

Valentín no podía creerlo. Su corazón gritaba de alegría.

"¡Claro que sí! ¿Qué vamos a jugar?"

Desde aquel día, Valentín y sus nuevos amigos se reunían todos los días. Jugaron al fútbol (donde él siempre encontraba una manera de participar), hicieron picnics en el parque y compartieron secretos y risas. Valentín les enseñó que tener una silla de ruedas no era un impedimento para la amistad y la diversión.

Finalmente, llegó el día de la próxima carrera. Esta vez, todos sus amigos estaban allí, incluidos Simón y Clara.

"¡Vamos, Valentín! ¡Hoy serás el primero!" gritaron al unísono.

Valentín se sintió más que listo. La carrera no era simplemente una competencia, sino una celebración de lo que había aprendido: que ser amigo significa ayudarse, aceptarse y sobre todo, ser valiente ante la vida.

Y así, Valentín cruzó la meta, no como primer lugar, pero con su corazón feliz y rodeado de muchos amigos.

Desde ese día, todos en el pueblo aprendieron que las amistades se construyen en base al respeto, la valentía y un espíritu de ayuda incondicional. Valentín había demostrado que no se trata de quién cruza la línea primero, sino del poder de la amistad y el valor de ser uno mismo.

FIN.

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