El Valiente Viaje de Lía al Baño



Había una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Lía. Tenía una risa contagiosa y siempre estaba lista para jugar con sus amigos. Pero había algo que le causaba un gran temor: ir al baño. Por más que lo intentara, cada vez que sentía la necesidad de hacerlo, un nudo en su estómago la detenía.

Un día, Lía estaba en el parque jugando con sus amigos, cuando de repente, sintió que debía ir al baño. Con su corazón latiendo fuerte, recordó las historias que había escuchado sobre otros niños que también tenían miedo.

"¿Por qué me da tanto miedo?" - se preguntó Lía, mientras se mordía el labio.

Decidida a encontrar una solución, se acercó a su mascota, un pequeño gato llamado Nube.

"Nube, tengo un problema. Cada vez que necesito ir al baño, me siento asustada. ¿Qué hago?" - le dijo Lía.

Nube, que siempre tenía una manera especial de entenderla, se acomodó en su regazo y le maulló suavemente.

"Quizás, si juntas valentía y un poco de imaginación, el baño no será tan aterrador" - respondió Nube, moviendo su colita.

Inspirada por las palabras de Nube, Lía decidió que estaba lista para enfrentar su miedo. Entonces, recitó un pequeño mantra que inventó:

"Soy valiente, soy fuerte, el baño no me asusta más, lumpi lumpi lumpi, aquí voy yo!"

Con su mantra en mente, Lía se dirigió al baño, respirando hondo. Cuando llegó a la puerta, puso su mano en el pomo, pero algo la detuvo.

"¿Y si hay un monstruo en el baño?" - pensó, imaginando a un gran monstruo verde con ojos amarillos.

Justo en ese momento, Nube saltó de su regazo y se acercó a la puerta.

"¡No hay monstruos! Solo son sombras y sonidos que nos hacen pensar cosas extrañas. Te espero aquí mientras entras" - dijo Nube con determinación.

Lía, al escuchar a su amigo, reunió más valor y decidió entrar. Al abrir la puerta, todo se veía normal. El baño estaba iluminado y lo único que se escuchaba era el suave goteo del grifo.

"Mirá, no hay nada peligroso" - le dijo Nube desde afuera.

Lía sonrió y, con una mezcla de valentía e incertidumbre, entró. Se lavó las manos y, para su sorpresa, todo fue más sencillo de lo que había imaginado.

Cuando salió, se sintió como una heroína.

"¡Lo logré! ¡No había nada de qué asustarse!" - gritó Lía emocionada.

Nube la miró orgulloso y se frotó contra sus piernas.

"Te dije que eras valiente. Ahora tienes un nuevo poder: puedes ir al baño sin miedo. ¡Y eso es genial!" - exclamó Nube, moviendo la cola en señal de celebración.

Lía aprendió que muchas veces, nuestra imaginación puede hacernos sufrir por cosas que en realidad no son tan aterradoras. A partir de ese día, decidió contarle a sus amigos que no tenía que temerle al baño y que muchos de ellos también podían estar pasando por lo mismo.

Al final, organizaron una gran fiesta de valentía en el parque, donde cada uno compartía sus miedos y cómo los conquistaban.

"La valentía se comparte y se multiplica. ¡Vamos a ayudar a otros a ser valientes también!" - animó Lía a sus amigos, y todos se rieron y aplaudieron.

Así fue como Lía no solo superó su miedo, sino que también inspiró a otros a enfrentar los suyos, convirtiendo a su pequeño pueblo en un lugar lleno de valentía y sonrisas.

Y así, cada vez que necesitaba ir al baño, Lía repetía su mantra con una gran sonrisa y un corazón feliz.

"Soy valiente, soy fuerte, el baño no me asusta más, lumpi lumpi lumpi, aquí voy yo!"

FIN.

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