El Valiente Viaje de Tomás y el Dragón Colorido



En un tranquilo pueblo llamado Arcoíris, vivía un niño llamado Tomás. Tomás era un niño curioso y lleno de energía, con una imaginación más grande que un océano. Le encantaba explorar nuevos lugares, hacer amigos y descubrir cosas nuevas, pero había algo que a veces le resultaba complicado: manejar la frustración cuando las cosas no salían como él quería.

Una mañana, mientras paseaba por el bosque, Tomás escuchó un suave susurro entre los árboles. Al acercarse, se encontró con un hermoso dragón de escamas brillantes y coloridas que estaba atrapado enredado entre unas enredaderas espinosas.

"¡Hola! Soy Floro, el dragón del bosque. ¡Ayúdame, por favor!" - dijo el dragón con una voz amable, pero triste.

Tomás miró a su alrededor y vio cómo las espinas abrazaban fuertemente al dragón. Era una tarea complicada, y sintió un poco de frustración al pensar que podía intentar ayudar y no conseguirlo.

"¿Qué pasa si no puedo liberarte?" - le preguntó Tomás, sintiéndose un poco desalentado.

"No te preocupes, amigo. A veces, las cosas se complican, pero eso no significa que no podamos encontrar una solución. Lo importante es no rendirse y seguir intentando." - respondió Floro con una sonrisa maternal.

Con renovado ánimo, Tomás recordó que siempre había herramientas a su alrededor. Miró a su alrededor y vio un palo gordon tirado contra un árbol.

"¡Voy a usar ese palo para mover las enredaderas!" - exclamó Tomás, olvidando un poco su frustración por el momento.

Tomás se acercó con el palo y comenzó a empujar las espinas. Sin embargo, ¡no resultó como esperaba! Las enredaderas parecían más enredadas que antes. La frustración comenzó a enroscarse de nuevo en su pecho.

"¡Pero eso no es lo que pensé que iba a pasar!" - gritó Tomás, sintiéndose un poco molesto.

Floro lo miró sabia y cálidamente.

"¿Sabes, Tomás? A veces, fallar es parte del proceso. Siempre podemos intentar algo diferente. ¿Qué tal si probamos con una cuerda?" - sugirió el dragón con optimismo.

Tomás pensó por un momento y decidió que intentaría de nuevo, esta vez buscando algo diferente. Con su mirada atenta, encontró un pedazo de cuerda colgando de una rama.

"¡Mirá, Floro! Encontré una cuerda. Tal vez esto funcione mejor." - dijo Tomás, un poco más relajado.

Tomás ató la cuerda a las enredaderas y, con mucho cuidado, comenzó a estirar y liberar los nudos espinosos. ¡Esta vez funcionó! Las enredaderas comenzaron a moverse, y con un último tirón, Floro fue liberado.

"¡Hurra! ¡Lo lograste, Tomás! Eres un verdadero héroe." - aplaudió el dragón volando alrededor de Tomás.

Con una sonrisa radiante, Tomás sintió que la frustración se desvanecía. Había aprendido que, aunque las cosas no salgan como uno espera, siempre hay diferentes caminos para abordar un problema.

"¡Gracias, Floro! Aprendí que siempre puedo volver a intentar y que a veces necesito buscar nuevas ideas para resolver un problema!" - afirmó Tomás alegremente.

Floro lo miró con orgullo y añadió:

"Exactamente, amigo. Y recuerda, cada desafío es una oportunidad de aprendizaje. Ahora, ¿qué te parece si vamos a volar juntos?"

Tomás aceptó y, ¡zas! , se montó en la espalda del dragón. Juntos, surcaron los cielos, observando el mundo desde las alturas del arcoíris de Arcoíris, sintiéndose fuertes y valientes.

Desde ese día, Tomás nunca olvidó la lección que aprendió junto a su amigo dragón. Volver a intentar y no dejarse vencer por la frustración se convirtieron en sus superpoderes. Y cada vez que sentía que los problemas eran demasiado grandes, recordaba a Floro y su insólito viaje.

Y así, Tomás continuó viviendo nuevas aventuras, siempre atento a probar diferentes caminos, con el valiente dragón colorido siempre al lado, recordándole que lo más importante era nunca rendirse.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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