El valle de la empatía



Había una vez, en un hermoso valle rodeado de altas montañas, tres amigos muy especiales: el Sol, la Nube y la Montaña. El Sol era brillante y cálido, siempre iluminando el valle con su luz radiante.

La Nube era suave y esponjosa, a menudo traía lluvia para regar los campos y dar vida a las plantas. Y la Montaña era imponente y sabia, observando todo desde lo alto con calma.

Un día, la Nube recibió noticias de que su familia necesitaba su ayuda en otro lugar, así que tuvo que partir dejando al Sol y a la Montaña solos por un tiempo.

Al principio todo parecía estar bien; el Sol seguía brillando con fuerza y la Montaña permanecía firme como siempre. Pero con el paso de los días, el Sol comenzó a sentirse ansioso al no tener a su amiga Nube a su lado.

"Montaña, ¿crees que estoy siendo demasiado intenso con mi brillo? Sin la Nube aquí para moderar mi luz, temo estar causando problemas", dijo preocupado el Sol. La Montaña reflexionó por un momento antes de responder con voz tranquila: "Querido amigo Sol, eres maravilloso tal como eres.

Pero es cierto que sin la Nube para equilibrarte, estás brillando más fuerte de lo habitual". El Sol asintió comprendiendo las palabras sabias de la Montaña.

Decidió entonces intentar moderar un poco su brillo para no causar daño al valle ni a sus habitantes. A pesar de sus esfuerzos, cada día se volvía más difícil controlar su resplandor.

Una tarde, mientras el Sol descendía en el horizonte pintando el cielo de tonos dorados y rosados, ocurrió algo inesperado: la Montaña comenzó a sentirse caliente e incómoda. Se dio cuenta horrorizada de que se estaba incendiando debido al exceso de luz del Sol sin la presencia calmante de la Nube. "¡Ayuda! ¡Me estoy quemando!" gritaba desesperada la Montaña.

El Sol se sintió culpable e impotente ante lo que había causado involuntariamente. En ese momento recordó las palabras amables pero firmes de la Montaña sobre ser uno mismo pero siempre considerando al prójimo.

Con gran determinación y arrepentimiento por haber descuidado las consecuencias de sus actos, el Sol pidió perdón a la Montaña prometiendo ayudarla en todo lo posible para apagar el fuego.

Trabajaron juntos toda esa noche; el Sol enfocaba cuidadosamente sus rayos sobre las llamas mientras la Montaña resistía con coraje soportando el dolor del calor abrasador. Finalmente lograron extinguir el incendio justo cuando aparecían los primeros rayos del nuevo día.

A partir de ese incidente trágico pero revelador, los tres amigos aprendieron una lección invaluable sobre trabajo en equipo y empatía hacia los demás seres vivos del valle. La Nube regresó poco después encontrándose con una nueva armonía entre sus amigos donde cada uno comprendía mejor su papel único pero interdependiente en aquella comunidad natural.

Y así siguieron viviendo aventuras juntos bajo un nuevo pacto basado en respeto mutuo y cuidado consciente hacia todos aquellos que compartían aquel hermoso rincón del mundo donde cada elemento tenía un propósito vital dentro del equilibrio universal.

FIN.

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