El valle de las palabras perdidas
Había una vez en un pequeño pueblo de los Andes argentinos, un niño llamado Mateo. Mateo vivía en un valle rodeado de montañas, donde el viento soplaba fuerte y el sol brillaba con intensidad. Desde pequeño, Mateo había aprendido a apreciar la belleza de la naturaleza, las historias de sus antepasados y la riqueza de las palabras. Pero Mateo también sabía que en su valle, muchas palabras se habían perdido, olvidadas por el tiempo y el desinterés de la gente.
Un día, Mateo decidió emprender un viaje en busca de esas palabras perdidas y traerlas de vuelta al valle. Con su mochila al hombro y su corazón lleno de esperanza, se adentró en las montañas, dispuesto a recorrer lugares remotos y escuchar atentamente a quienes pudieran guiarlo en su misión.
Durante su viaje, Mateo conoció a personajes extraordinarios: una anciana sabia que le contó historias ancestrales, un hombre misterioso que le enseñó a interpretar las señales de la naturaleza, y un grupo de niños que le mostraron la importancia de preservar la lengua y las tradiciones. Con cada encuentro, Mateo aprendía algo nuevo y se sentía más cerca de su objetivo.
Sin embargo, su travesía no estuvo exenta de desafíos. En cierta ocasión, Mateo se extravió en la selva y tuvo que confiar en su intuición y el recuerdo de las palabras de sus ancestros para encontrar el camino de regreso. En otra ocasión, enfrentó la hostilidad de un grupo de personas que no comprendían su misión. Pero Mateo no se rindió, pues su determinación era tan fuerte como las montañas que lo rodeaban.
Finalmente, después de muchas aventuras y aprendizajes, Mateo regresó al valle con un tesoro en sus manos: palabras olvidadas que había rescatado durante su travesía. Con el apoyo de la comunidad, Mateo compartió esas palabras con todos, recordando su significado y valor. Desde entonces, en el valle de Mateo, las palabras perdidas volvieron a resonar en cada rincón, y la lengua de sus antepasados se mantuvo viva y fuerte.
Y así, Mateo comprendió que la verdadera riqueza de un pueblo no solo radica en sus paisajes, sino en la preservación de su identidad, su lengua y sus tradiciones.
FIN.