El Valle de los Animales Imaginarios
En un mundo mágico, donde los ríos tienen colores brillantes y los árboles susurran secretos, existía un valle habitado por animales imaginarios. Allí vivían cuatro amigos: Zuri, una elegante cebra de rayas coloridas; Rolo, un dragón que escupía chispas de colores; Tula, una tortuga veloz con un caparazón brillante, y Nilo, un lobo con alas que soñaba con volar alto.
Un día, Zuri regresó de un viaje y decidió presumir de su reciente hallazgo, un hermoso colibrí de oro que había atrapado. Todos los animales del valle se acercaron a admirar su descubrimiento. Zuri, al ver que todos le prestaban atención, se sintió más arrogante que nunca.
"¡Miren lo que tengo! Este colibrí es mío y nadie puede tenerlo", dijo Zuri con tono despectivo.
Rolo, quien siempre había admirado a su amiga, sintió un nudo en la garganta, pero en lugar de decirle lo que pensaba, dejó que su envidia crecía en su pecho.
"¡Eso no es justo!", murmuró Rolo, mientras pensaba que era un dragón fantástico y también podía tener algo asombroso.
Esa noche, Zuri decidió hacer una gran fiesta para mostrar su colibrí a todos. Cuando todos los animales llegaron, Nilo, buscando la manera de no sentirse fuera de lugar, empezó a relatar una historia sobre un tesoro oculto en las montañas.
"Hay un árbol mágico que crea diamantes cada luna llena. Solo yo sé dónde está", dijo Nilo con tono misterioso.
Rolo se puso celoso, pensando que Nilo había inventado esa historia solo para llamar la atención.
"No puede ser verdad, Nilo. Nos estás mintiendo", interrumpió Rolo, lanzando llameantes chispas al aire.
La fiesta continuó, pero la atmósfera se había enrarecido por las palabras de Rolo. En su afán de demostrar que era especial, decidió ir en busca del supuesto tesoro. Al enterarse, Zuri, en su arrogancia, dijo:
"No creo que encuentres nada. Solo tú crees en tus cuentos de hadas, Nilo."
Sin embargo, el lobo alado, triste por lo que había dicho Zuri, partió en su búsqueda. Más tarde, Rolo escuchó un susurro en el viento que lo llevó a seguir a Nilo. Al encontrarse, ambos decidieron unirse y seguir juntos.
Mientras cruzaban el bosque en busca del árbol mágico, los chismes comenzaron a volar en el valle. Zuri, al ver que su fiesta se desmoronaba en tensión y envidia entre amigos, se sintió sola.
Decidió ir tras los dos amigos. Al llegar, los encontró discutiendo porque Rolo seguía dudando de la historia de Nilo. Zuri, deslumbrada por su ego, proclamó:
"Si no creen el cuento de Nilo, ¿por qué oirlo? Los dos son unos tontos por no apreciar lo que tienen."
De repente, del bosque salió un changuito juguetón que les dijo con risa:
"¿De qué sirve todo esto si no están juntos?"
Sus palabras les resonaron a los tres; cuando miraron atrás, vieron cómo el colibrí dorado de Zuri volaba en círculos, como si quisiera unirse a ellos. En ese instante, los dejaron de lado sus rencores. Se dieron cuenta de que lo más valioso no era el tesoro, ni la belleza del colibrí, sino la amistad.
Decidieron juntos continuar la búsqueda del árbol mágico, ayudándose y dejando atrás la arrogancia, la mentira, la envidia y la avaricia. Al final, encontraron un árbol brillante que ofrecía manzanas que en vez de diamantes, cumplían deseos. En lugar de desear cosas para ellos, compartieron sus deseos.
Y así, el Valle de los Animales Imaginarios se llenó de armonía, con Zuri, Rolo, Tula y Nilo convirtiéndose no solo en los mejores amigos, sino en los guardianes del árbol mágico, usando sus deseos para ayudar a los demás. La belleza de su amistad brilló aún más que el oro del colibrí.
Desde entonces, nunca más se permitió la arrogancia, la mentira, la envidia o la avaricia, porque el verdadero tesoro era el cariño y la compañía que encontraban en cada uno.
FIN.