En un hermoso valle rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, había un lugar mágico donde habitaban duendes, hadas y ángeles.
En este valle, los niños eran los seres más preciados, y sus derechos eran protegidos por seres mágicos.
Un día, la pequeña Sofía, una niña curiosa y valiente, se adentró en el bosque encantado y se encontró con el duende Tobías.
-Hola, pequeña aventurera.
¿Qué te trae por aquí?
-saludó el duende con una sonrisa.
-Estoy buscando el Valle de los Derechos Mágicos.
He oído que aquí los niños tienen derechos especiales -respondió Sofía con entusiasmo.
-Así es, en este valle los derechos de los niños son protegidos por las hadas y los ángeles.
Ven, te llevaré con la reina de las hadas para que te explique más.
Tobías guio a Sofía a través del bosque, donde encontraron a Iris, la reina de las hadas.
-Bienvenida, querida Sofía.
En el Valle de los Derechos Mágicos, cada niño tiene el derecho a ser protegido, escuchado y amado.
Además, tienen derecho a aprender, jugar y ser respetados en todo momento -explicó Iris con voz suave.
Fascinada, Sofía siguió explorando el valle, donde conoció a Ariel, el ángel guardián de los niños.
-Hola, Sofía.
Mi deber es velar por los derechos de los niños.
Los protejo de cualquier peligro y les brindo compañía y consuelo en momentos difíciles -dijo Ariel con amabilidad.
Sofía aprendió sobre la importancia de estos derechos mágicos y decidió regresar a su hogar para compartir su conocimiento con otros niños.
Desde ese día, se convirtió en la defensora de los derechos de los niños, inspirando a otros a valorar y proteger a los más pequeños.
El Valle de los Derechos Mágicos continuó siendo un lugar donde la magia y la solidaridad protegían a los niños, gracias a la valentía y compasión de Sofía.