El Valle de los Sueños



Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Martín. Tenía una sonrisa brillante y un corazón lleno de curiosidad. Sin embargo, ese brillo se apagó cuando su madre, una mujer dulce y cariñosa, falleció. A partir de ese día, Martín se sentía solo y perdido, como si una nube gris hubiera cubierto su mundo.

Un día, mientras caminaba por el bosque que bordeaba su casa, Martín escuchó un suave susurro. "Martín, ven a jugar conmigo" - decía la voz. Espantado, miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Intrigado, siguió la voz y, de repente, se encontró frente a un hermoso arco iris que iluminaba un pequeño valle.

"¿Quién eres?" - preguntó, con un brillo de esperanza en sus ojos.

"Soy Lila, el espíritu del Valle de los Sueños. Siempre he estado aquí, esperando a que alguien como tú venga." - respondió la voz.

Martín sintió que su corazón latía con fuerza. "¿Qué es este lugar?"

"Es un lugar mágico donde los sueños se hacen realidad. Pero para entrar, debes dejar ir la tristeza que llevas dentro. ¿Te atreves?" - dijo Lila.

Sintiendo que era hora de enfrentarse a su dolor, Martín cerró los ojos y pensó en su madre. Sonrió al recordarla, su risa, sus abrazos. "Está bien, quiero aprender a ser feliz de nuevo".

Al abrir los ojos, el valle brillaba con colores vibrantes, y había criaturas fantásticas por todas partes. Un pequeño dragón de colores vibrantes se acercó a Martín.

"Hola, humano. Me llamo Jugo, ¿quieres volar?"

Martín dudó, pero algo dentro de él le decía que debía intentarlo. "¡Sí!" - exclamó. Así, subió al lomo de Jugo y, en un instante, estaba volando por encima de las nubes. Rió y sintió la alegría corriendo por su cuerpo.

Después de un tiempo, Lila los llamó de vuelta. "Martín, este valle puede enseñarte muchas cosas, pero debes recordar que la felicidad también está dentro de ti."

"¿Cómo puedo encontrarla?" - preguntó Martín.

"Cada vez que pienses en tu madre, en lugar de llorar, transforma ese amor en un recuerdo feliz. Eso te hará fuerte" - respondió Lila.

Martín se despidió de Jugo y Lila y volvió a casa. Ese día empezó a dibujar y a crear un álbum de recuerdos de su madre, con todas las cosas que habían hecho juntos.

Pasaron los días y cada vez que se sentía triste, miraba su álbum. Empezó a hacer nuevos amigos, a jugar, a soñar. Un día, un grupo de chicos del barrio se le acercó.

"Hola, ¿querés venir a jugar al fútbol?"

"Sí!" - respondió Martín, con una chispa en los ojos.

Mientras más pasaba el tiempo, más se daba cuenta de que podía amar a su madre incluso si ya no estaba físicamente a su lado, y a la vez disfrutar de cada momento con sus nuevos amigos.

Un día, en el colegio, su maestro les pidió que hicieran un mural. Martín tuvo una idea. "Voy a dibujar un valle mágico con un dragón y un arco iris, como un recuerdo de mi madre y lo feliz que ella me hacía".

Todos sus compañeros lo miraron sorprendidos y le ofrecieron ayudar. Trabajaron juntos, riendo y compartiendo historias. Cuando terminaron, la maestra dijo:

"Este mural es hermoso, Martín. Has convertido tu tristeza en algo inspirador para todos. La historia de tus recuerdos está viva aquí."

Con el tiempo, Martín aprendió que perder a su madre era doloroso, pero que ella siempre viviría en su corazón y en sus recuerdos. Y cada vez que se sentía triste, recordaba el Valle de los Sueños y el mensaje de Lila.

"¡Juntos! ¡Volvamos a soñar!" - gritaba Martín, y todos se unían a él.

Así, Martín creció fuerte y lleno de amor, llevando con él todo lo aprendido en el mágico valle. Nunca olvidó a su madre, pero aprendió a encontrar la felicidad aún en medio de la tristeza.

Y así, siempre que miraba el cielo despejado y veía un arco iris, sabía que su madre sonreía desde alguna parte, iluminando su camino.

FIN.

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