El valor de compartir


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Sabrosura, un niño llamado Daniel que tenía fama de ser el más comelón de todos.

Todos los días podías verlo disfrutando de deliciosas golosinas y platillos que su mamá preparaba con mucho amor. Daniel siempre estaba rodeado de amigos que admiraban su apetito voraz, pero a veces olvidaban algo muy importante: compartir.

Un día, mientras jugaba en la plaza con sus amigos Martín y Sofía, llegó corriendo Lucas, un niño del pueblo vecino que se veía triste y hambriento. Lucas les contó que no había tenido nada para comer en todo el día porque su familia estaba pasando por un momento difícil.

Al escuchar esto, Martín y Sofía sintieron empatía por Lucas e inmediatamente quisieron ayudarlo. Daniel, sin embargo, estaba tan concentrado en devorar una bolsa gigante de caramelos que apenas prestaba atención a la conversación.

Martín le dijo: "Daniel, ¿no crees que podríamos compartir nuestra comida con Lucas? Él realmente lo necesita". Daniel levantó la mirada sorprendido por primera vez en mucho rato y se dio cuenta de la situación. "¡Tienen razón! No me di cuenta de lo egoísta que fui", respondió Daniel avergonzado.

Los cuatro niños fueron a la casa de Daniel y juntos prepararon una gran cena con todo lo que tenían disponible: sándwiches, frutas, galletitas y jugo.

Sentados alrededor de la mesa improvisada en el patio trasero, compartieron risas y anécdotas mientras disfrutaban de la comida. Lucas no podía creer la generosidad de sus nuevos amigos. Con lágrimas en los ojos les dijo: "Gracias chicos, nunca olvidaré este gesto tan bondadoso".

Desde ese día, Daniel aprendió una valiosa lección sobre el valor de compartir con aquellos que lo necesitan.

Ya no era solo conocido como el niño comelón del pueblo; ahora también era reconocido como el amigo solidario y generoso que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Y así, entre risas y juegos compartidos, los cuatro niños forjaron una amistad inquebrantable basada en la empatía y el compañerismo.

En Villa Sabrosura se contaba la historia de cómo un niño comelón descubrió que dar puede ser incluso más gratificante que recibir. Y juntos demostraron que cuando se comparte con amor y generosidad, todos salen ganando.

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