El Valor de Dar Amor
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Solbrillante un niño llamado Simba. Simba era un niño afro con una sonrisa que iluminaba su rostro y una energía contagiosa. A pesar de su alegría, había algo que le preocupaba. En la escuela, muchos de sus compañeros no lo aceptaban porque tenía la piel oscura.
Un día, durante el recreo, algunos chicos estaban jugando al fútbol. Simba se acercó emocionado.
"¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó Simba con su sonrisa radiante.
Los chicos lo miraron de reojo y uno de ellos, llamado Tomás, respondió:
"No, vos no podés jugar. No tenés el color de piel adecuado."
Simba sintió que su corazón se encogía. Pero, en lugar de rendirse, decidió hacer algo diferente. Se sentó en un banco y sacó un libro de cuentos que había traído. Comenzó a leerlo solo, dejando que su imaginación lo llevara a lugares mágicos.
Esa misma tarde, Simba tuvo una idea. ¿Y si organizaba un concurso de cuentos en la escuela? Algo que alentara a todos a compartir historias. A la mañana siguiente, juntó valor y se acercó a la maestra.
"Señorita Elena, ¿podemos hacer un concurso de cuentos? Creo que a todos les gustaría contar o escuchar historias."
La maestra sonrió.
"Es una excelente idea, Simba. Vamos a hacerlo."
Simba se emocionó y comenzó a trabajar en su historia. La noticia del concurso corrió rápido por la escuela. Cuando llegó el día, los alumnos estaban emocionados. Todos se sentaron en un círculo, listos para compartir sus cuentos. Uno a uno fueron contando sus historias fantásticas y divertidas.
Finalmente, llegó el turno de Simba. Se puso de pie, respiró hondo y comenzó a contar su cuento favorito, sobre un héroe que viajaba por el cielo, ayudando a los que lo necesitaban. Con cada palabra, los chicos se sumergían en su relato. Al finalizar, la sala estalló en aplausos.
Tomás, el mismo que había hecho caso omiso a Simba, se levantó y dijo:
"No sabía que eras tan creativo. Tu historia fue genial. ¿Podemos jugar al fútbol después de esto?"
Simba quedó sorprendido, pero sonrió.
"¡Claro! Pero esta vez, me gustaría formar un equipo."
Desde ese momento, la relación entre Simba y sus compañeros comenzó a cambiar. A medida que se conocían más a través de cuentos y juegos, los prejuicios fueron desapareciendo.
Simba aprendió que su habilidad para contar historias unía a las personas. Pero además, sus compañeros se dieron cuenta de que la amistad no tiene nada que ver con el color de la piel, sino con el corazón.
Con el tiempo, Tomás se convirtió en uno de los mejores amigos de Simba. La escuela de Solbrillante se llenó de risas, juegos y cuentos, donde cada niño era valorado por lo que era y no por como se veía.
Simba entendió que a veces, los pequeños actos de valor pueden cambiar muchas cosas. Ahora, la escuela no solo escuchaba sus historias, ¡sino que también sus corazones latían juntos en armonía! Y así, junto a sus amigos, aprendieron que tratar a los demás con amor y respeto siempre hace la vida más hermosa.
Después de ese día, el amigo Simba siempre llevaba consigo su libro de cuentos, un recordatorio de que, a veces, el amor y la creatividad son las mejores herramientas para derribar muros y construir puentes.
FIN.