El valor de dar un nombre a nuestras mascotas



Daniel era un niño alegre y divertido que vivía con su familia en una pequeña casa junto al parque.

Un día, mientras jugaba con su perrito en el parque, Daniel se distrajo por un momento y cuando volteó, su perrito no estaba. Daniel empezó a llamarlo, pero se dio cuenta de que nunca le había puesto nombre. Desesperado, comenzó a buscar a su perrito por todo el parque.

"¿Dónde estás, perrito?", gritaba Daniel mientras miraba debajo de los árboles y detrás de los arbustos. De repente, una niña con una sonrisa amable se acercó a Daniel y le preguntó qué le pasaba.

Daniel le contó que se le había perdido su perrito y que no podía llamarlo porque no tenía nombre. La niña, llamada Lucía, le explicó a Daniel la importancia de ponerle un nombre a las mascotas.

"Si le pones un nombre, tu perrito sabrá que estás hablando con él y podrá venir cuando lo llames", le dijo Lucía. Daniel se dio cuenta de que Lucía tenía razón y se prometió a sí mismo que, cuando encontrara a su perrito, le pondría un nombre. Juntos, Daniel y Lucía buscaron por todos lados, llamando suavemente al perrito.

Finalmente, escucharon un ladrido suave proveniente de detrás de unos arbustos. Allí estaba el perrito de Daniel, moviendo la cola con alegría. Daniel se agachó y acarició a su perrito.

"¡Gracias, Lucía, por ayudarme a encontrar a mi perrito!", exclamó Daniel emocionado. "De nada, Daniel. Ahora es momento de ponerle un nombre a tu perrito", dijo Lucía. Daniel pensó por un momento y finalmente dijo: "Te llamarás Max, porque te pareces a un valiente guerrero como Maximiliano".

Y desde ese día, Max siempre venía corriendo cuando Daniel lo llamaba. Daniel aprendió la importancia de ponerle un nombre a las mascotas, y él y Max se convirtieron en los mejores amigos, compartiendo aventuras en el parque y en casa.

FIN.

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