El Valor de Decir la Verdad
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Camila. Camila era una artista en el alma. Sus días transcurrían entre pinceles, colores y acuarelas. Le encantaba pintar paisajes y retratos de sus amigos. Sin embargo, había un pequeño gran desafío que se interponía entre ella y su sueño de ser artista: el exámen médico que se había hecho en el colegio.
Un día, mientras Camila estaba en casa, su madre la llamó desde la cocina:
"¡Camila! Vení a ayudarme con la comida. Tengo una sorpresa para vos."
Camila sonrió, pensando en lo que podría ser la sorpresa. Pero entonces recordó que había desaprobado el exámen y el estómago le dio un vuelco.
La sorpresa era una cena especial con toda la familia, y mientras todos estaban sentados en la mesa, Camila no podía dejar de pensar en su exámen. Su madre sonrió y le preguntó:
"¿Y cómo te fue en el exámen médico?"
Camila apretó los labios, sintiendo que las palabras no salían. No quería decepcionar a su mamá, pero tampoco podía seguir guardando ese secreto.
Pasaron los días, y cada vez que su madre le preguntaba sobre el exámen, Camila se sentía más y más triste. Un día, cuando estaba pintando en su habitación, encontró un viejo cuaderno donde dibujaba sus pensamientos. En una página escribió:
"El miedo a decir la verdad me está haciendo daño."
Camila se dio cuenta de que tenía que ser valiente. Decidió que hablaría con su mamá, no solo porque era lo correcto, sino porque también quería ser una buena artista que expresara su verdad.
Finalmente, un sábado por la tarde, encontró a su mamá en el jardín, regando las plantas.
"Mamá, ¿puedo hablar con vos un momento?"
"¡Claro, mi amor! ¿Qué pasa?"
Camila respiró hondo. Había llegado el momento de ser honesta.
"No me fue bien en el exámen médico... desaprobé, y no sé cómo decírtelo."
Su mamá la miró, sorprendida pero comprensiva.
"Ay, Camila... no te preocupes. Lo importante es que lo digas. ¿Te sentís bien? ¿Por qué crees que pasó?"
Camila, sintiéndose más aliviada, continuó:
"Creo que estaba tan nerviosa al prepararme que no pude concentrarme bien y no estudié lo suficiente."
La mamá de Camila la abrazó fuerte.
"Escuchame, mi amor. Lo que aprendemos en la vida no siempre es perfecto, y está bien equivocarse. Lo que importa es que ahora sabemos en qué necesitamos mejorar para la próxima vez."
Camila sonrió, sintiendo una carga menos. Su madre continuó:
"Además, siempre estaré aquí para apoyarte, ¿sabes? Podemos repasar juntas lo que sea necesario, incluso antes de que hagas otro exámen."
Desde ese día, Camila se sintió diferente. Aprendió que hablar sobre sus miedos y preocupaciones la hacía más fuerte. Su amor por el arte también creció, porque entendió que expresar sus sentimientos a través de la pintura era una forma de decir la verdad.
A partir de entonces, cada vez que se enfrentaba a un reto, ya sea un examen o una exhibición de arte, recordaba aquel día en el jardín. Aprendió a ser valiente y honesta, no solo con los demás, sino también con ella misma.
Finalizado el año escolar, Camila presentó sus obras en una exposición de arte local, donde sus padres y amigos la aplaudieron con entusiasmo. Al mirar a su mamá en la multitud, Camila supo que había tomado la decisión correcta al ser sincera.
"Gracias por siempre apoyarme, mamá."
"Siempre estaré aquí, mi artista. Lo más importante es que seas fiel a vos misma."
Y así, Camila siguió persiguiendo su sueño de ser artista, armada con la valentía de decir la verdad y el amor de su familia.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.