El Valor de Decir No



En una pequeña escuela de Buenos Aires, un grupo de niños vivía aventuras todos los días en el recreo. Un día, Mateo, un niño curioso y valiente, decidió que quería aprender más sobre sus derechos y cómo cuidar de sí mismo y de sus amigos.

Una mañana soleada, mientras jugaban a la pelota, Mateo se acercó a su mejor amiga, Sofía.

"¡Sofía, ¿sabías que tenemos derechos como los niños?" - preguntó Mateo emocionado.

"¿Derechos?" - respondió Sofía con una sonrisa. "¿A qué te referís?"

"Sí, por ejemplo, el derecho a decir 'no' cuando algo no nos gusta o no nos sentimos cómodos. También tener nuestro propio espacio personal y el derecho a expresar cariño sin que nadie nos obligue a hacerlo" - explicó Mateo con entusiasmo.

Sofía pensó un momento y luego dijo: "Mirá, eso suena genial, pero... ¿y si un amigo nos pide un abrazo y no queremos?"

Mateo se detuvo y respondió: "Siempre podemos decir que no, y está bien. Los amigos deben respetar eso. Cada uno tiene su propio espacio y su manera de recibir cariño".

Ambos niños se sintieron felices por lo que estaban aprendiendo. Pero entonces, se acercaron Lucas y Carla, quienes estaban tratando de incluir a su grupo de amigos en otro juego.

"¡Vamos, chicos! ¡Vengan a jugar a las escondidas!" - gritó Lucas.

Carla agregó: "Sí, todos juntos, ¡será muy divertido!"

Sofía miró a Mateo y murmuró: "¿Y si no queremos jugar?"

"Podemos decir que no y proponer otra cosa. Siempre hay otras opciones" - le respondió Mateo.

Decididos a practicar lo que habían hablado, Sofía y Mateo se acercaron a Lucas y Carla. Mateo habló en voz alta:

"Hola, chicos. Gracias por la invitación, pero hoy no queremos jugar a las escondidas. Preferimos jugar a la pelota".

Lucas se quedó un poco sorprendido, pero respondió con una sonrisa:

"¡Está bien, podemos jugar a la pelota juntos!"

Sofía estaba emocionada. "¡Genial!" - dijo, mientras empezaban a jugar con la pelota.

Poco después, mientras se movían, un niño más grande, Julián, se acercó. Era fuerte y un poco intimidante.

"¿Por qué no vienen a jugar conmigo? El juego que tengo es más divertido" - dijo Julián, mientras se acercaba demasiado.

Mateo sintió que su espacio personal se veía amenazado. Recordó lo que había aprendido.

"No, Julián. Gracias, pero preferimos jugar nuestra partida" - dijo con firmeza.

Julián se sorprendió e intentó acercarse más, pero Mateo dio un paso atrás.

"¿Y si no les dejo jugar? Hagan lo que yo diga" - dijo Julián, con una sonrisa burlona.

Sofía, viendo la situación, se unió a Mateo.

"No está bien que nos obligues a hacer algo que no queremos. Todos tenemos el derecho a decidir cómo queremos jugar" - declaró Sofía, sintiéndose valiente.

Los demás niños en el área comenzaron a observar.

Julián frunció el ceño, pero Mateo mantuvo su postura.

"Sólo queremos disfrutar del juego, eso no está mal" - reafirmó.

Moodytamente, Julián se dio cuenta que no podía imponer su voluntad. Se alejó un poco y dijo:

"Está bien, jueguen lo que quieran" - lanzó con desdén.

Sofía y Mateo se miraron, con muy buena satisfacción por haber defendido su derecho.

"Lo hicimos, Sofía. A veces, decir 'no' es mucho más poderoso de lo que parece" - Mateo estaba orgulloso de su valentía.

Los días pasaron, y la idea de respetar los derechos de cada uno se fue esparciendo entre los demás compañeros. Cada vez más, los niños se sentían cómodos expresando sus límites.

Al final, Mateo y Sofía decidieron hacer una pequeña reunión en la escuela, donde todos pudieran compartir ideas sobre sus derechos y cómo respetar lo que cada uno deseaba. La maestra, al enterarse, apoyó la idea y ayudó a organizar actividades para hablar sobre el tema.

"¡Ahora todos sabemos que podemos decirno y cuidar nuestro espacio personal!" - exclamó Sofía, llena de emoción.

Los niños aplaudieron, y todos aprendieron juntos la importancia de comunicarse y cuidar unos de otros. ¡Aquella pequeña escuela se convirtió en un lugar aún más especial, donde cada derecho era valorado y respetado!

FIN.

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