El valor de defender a un amigo



Había una vez en el pequeño pueblo de San Miguel, un niño llamado Marcelino. Era un niño amable y curioso que disfrutaba pasar tiempo con sus amigos y aprender nuevas cosas en la escuela. Un día, mientras jugaba en el patio de la escuela, Marcelino presenció algo que lo llenó de tristeza. Vio a su amigo Juan siendo maltratado por el malvado maestro Don Esteban. Don Esteban gritaba y humillaba a Juan delante de todos, sin ninguna compasión. Marcelino se sintió impotente al presenciar la injusticia que su amigo estaba sufriendo.

Aquella tarde, Marcelino no podía sacarse de la cabeza la terrible escena que presenció. Se lo contó a su mamá, quien le enseñó que nunca se debe permitir que alguien sea maltratado.

Los días pasaron, pero Marcelino no podía olvidar lo sucedido. Decidió hablar con sus amigos y con otros compañeros de clase sobre lo ocurrido. Todos estaban de acuerdo en que no era justo que Juan sufriera de esa manera. Juntos, decidieron que tenían que hacer algo para detenerlo. Sin embargo, no sabían qué hacer.

Una tarde, mientras Marcelino y sus amigos jugaban en el parque, vieron a Don Esteban tratando de ridiculizar a otro niño. Marcelino recordó lo que le había enseñado su mamá y decidió tomar cartas en el asunto. Se acercó a Don Esteban y le dijo con valentía: - Profesor, no es correcto tratar así a los niños. Todos merecemos ser tratados con respeto y amabilidad.

Todos los niños que estaban allí se quedaron en silencio, sorprendidos por la valentía de Marcelino. Don Esteban, enfurecido, intentó desestimar las palabras del niño, pero esto no amilanó a Marcelino. Siguió defendiendo su punto con determinación.

Poco a poco, otros niños se sumaron a la valiente intervención de Marcelino, cada uno expresando su descontento con el comportamiento del maestro. Don Esteban, ante la presión de los niños y la mirada atenta de los adultos que se habían acercado, finalmente se disculpó y se comprometió a cambiar su actitud. Desde ese día, Don Esteban trató a los niños con respeto y amabilidad.

Marcelino se sintió feliz de haber tomado una postura valiente y de haber logrado un cambio positivo en su escuela. Aprendió que a veces, solo se necesita un acto valiente para inspirar cambios. Desde entonces, Marcelino se convirtió en un defensor de los niños que eran maltratados, ayudándolos a encontrar su voz y a no tener miedo de defenderse.

FIN.

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