El valor de Don Manuel


En un soleado día de primavera, en el centro de cuidados paliativos "Arcoíris de Esperanza", vivía Don Manuel, un abuelito muy querido por todos. Don Manuel solía ser alegre y bromista, pero últimamente había estado sintiéndose ansioso y asustado.

Una tarde, mientras jugaba al dominó con su amiga Doña Rosa, comenzó a sentirse mareado y con dificultad para respirar. Su corazón latía tan fuerte que parecía querer salirse de su pecho.

Doña Rosa, preocupada, llamó rápidamente al equipo médico del centro. La enfermera Juana y el doctor Martín acudieron velozmente a la habitación de Don Manuel. Al verlo en ese estado, supieron que estaba teniendo un ataque de pánico.

Sin embargo, no era un paciente común; necesitaban actuar con delicadeza y comprensión debido a su condición especial en cuidados paliativos. "Tranquilo, Don Manuel. Estamos aquí para ayudarlo", dijo la enfermera Juana con voz suave mientras le tomaba la mano con ternura.

Don Manuel miraba angustiado a su alrededor, sin poder articular palabra. El doctor Martín le dio unos medicamentos para calmarlo y le indicó técnicas de respiración profunda para ayudarlo a controlar la ansiedad.

Poco a poco, gracias al apoyo incondicional del equipo médico y enfermería, Don Manuel empezó a sentirse más tranquilo. La enfermera Juana le colocó una manta cálida sobre sus piernas y le preparó una taza de té de manzanilla para reconfortarlo.

"¿Cómo se siente ahora, Don Manuel?" preguntó el doctor Martín con amabilidad. Don Manuel miró a los ojos al doctor Martín y sonrió débilmente. "Me siento mejor... Gracias por estar aquí".

El equipo médico continuó acompañando a Don Manuel durante el resto del día, brindándole todo el apoyo emocional que necesitaba. A medida que pasaban las horas, su respiración se fue estabilizando y su corazón dejó de palpitar descontroladamente.

Al anochecer, cuando las estrellas empezaban a brillar en el cielo nocturno, Don Manuel se encontraba tranquilo en su cama. Había superado uno de sus momentos más difíciles gracias al amor y dedicación del equipo especializado en cuidados paliativos.

A partir de ese día, cada vez que sentía miedo o ansiedad, recordaba las palabras reconfortantes de la enfermera Juana y del doctor Martín: "Estamos aquí para ayudarte". Y así aprendió que nunca estaba solo; siempre habría alguien dispuesto a cuidarlo y acompañarlo en cada paso de su camino.

Y colorín colorado este cuento ha terminado; esperemos que haya inspirado amor por aquellos que nos cuidan cuando más los necesitamos.

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