El valor de hablar


Había una vez un niño llamado Martín, que desde pequeño había sido muy callado y tímido. A pesar de ser muy inteligente y tener mucho amor para dar, Martín prefería quedarse en silencio la mayor parte del tiempo.

Un día, cuando Martín comenzó el colegio, se encontró con un grupo de niños que no eran muy amables con él. Lo molestaban constantemente por ser tan callado y diferente al resto.

Le decían cosas feas y lo excluían de los juegos en el recreo. Martín se sentía triste y solo, pero no quería contarle a nadie lo que estaba pasando. Se encerraba en su mundo interior y cada vez hablaba menos.

Sus padres notaron el cambio en su actitud, pero Martín les decía que todo estaba bien. Un día, durante el recreo, los niños empezaron a burlarse de Martín frente a todos sus compañeros. Le tiraban cosas y se reían de él sin parar.

Martín aguantó las lágrimas y corrió hacia un rincón del patio, sintiéndose más solo que nunca. En ese momento apareció Sofía, una niña nueva en la escuela que había observado todo desde lejos.

Se acercó a Martín con una sonrisa cálida y le tendió la mano. "Hola Martín, ¿cómo estás? Veo que te sientes mal", dijo Sofía con ternura. Martín miró a Sofía sorprendido por su amabilidad y lentamente tomó su mano.

Sin decir una palabra, sintió como si finalmente alguien lo entendiera sin juzgarlo. Sofía pasó tiempo con Martín ese día, compartiendo juegos silenciosos e incluso logrando sacarle una pequeña sonrisa.

Le demostró que no hacía falta hablar para conectarse con alguien o expresar lo que sentía. Los días siguientes fueron diferentes para Martín. Aunque seguían molestando ocasionalmente, tenía a Sofía a su lado para recordarle que no estaba solo.

Poco a poco fue recuperando la confianza en sí mismo y volviendo a abrirse al mundo exterior. Con el apoyo de Sofía y sus padres, Martín aprendió a enfrentar el bullying sin guardar silencio ni esconder sus emociones.

Descubrió que hablar sobre lo que le preocupaba era importante para recibir ayuda y encontrar soluciones juntos. Y así, entre risas compartidas y abrazos reconfortantes, Martín entendió que su voz tenía poder para cambiar las cosas tanto dentro como fuera de él.

Y aunque seguir siendo un niño tranquilo por naturaleza, aprendió a levantarla cuando era necesario para defenderse o ayudar a otros en situaciones similares.

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