El valor de Ian en Villa Feliz
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Ian que siempre obedecía a sus padres.
Desde muy chiquito, Ian entendió la importancia de escuchar y seguir las indicaciones de mamá y papá para mantenerse seguro y feliz. Un día soleado, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Ian escuchó a lo lejos la voz de su mamá llamándolo para regresar a casa.
"Ian, es hora de irnos", dijo su mamá con una sonrisa. Ian asintió y se despidió de sus amigos antes de correr hacia su casa. Al llegar a casa, Ian encontró a su mamá preparando galletitas en la cocina.
"¿Qué tal tu día, Ian?" preguntó su mamá con cariño. "Fue genial, mamá. Jugamos mucho en el parque", respondió Ian mientras tomaba una galletita caliente.
Esa noche, durante la cena, papá le recordó a Ian la importancia de siempre obedecer las reglas y escuchar atentamente a sus mayores. "Recuerda que tus padres siempre queremos lo mejor para ti, Ian", dijo su papá seriamente. Los días pasaron y Ian siguió demostrando que era un niño responsable y obediente.
Sus padres estaban orgullosos de él y siempre lo alentaban a seguir por ese camino. Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano con su perro Lucas, Ian escuchó unos ruidos extraños provenientes del interior del bosque.
A pesar de sentir curiosidad por descubrir qué era ese ruido misterioso, recordó las palabras de sus padres sobre no aventurarse solo en lugares peligrosos. Decidió regresar a casa rápidamente para contarles lo que había escuchado. Al llegar a casa, encontró a sus padres preocupados por su demora.
"¿Estás bien? ¿Qué pasó?" preguntaron al unísono mamá y papá. Ian les contó sobre los ruidos extraños en el bosque y cómo decidió volver sin investigar más para no meterse en problemas.
Sus padres lo abrazaron con ternura y le explicaron que tomar esa decisión fue muy valiente y acertada.
Esa noche, antes de dormir, Ian se sintió contento consigo mismo por haber hecho caso a sus padres y no haberse expuesto al peligro innecesario en el bosque. A partir de ese día, Ian siguió creciendo como un niño ejemplar que comprendía la importancia de la obediencia pero también sabía cuándo actuar con valentía ante situaciones desconocidas.
Sus padres sabían que tenían un hijo especial que aprendería grandes lecciones cada día gracias a su bondad y buen corazón.
FIN.