El Valor de Juan



Juan era un niño tranquilo y estudioso. Le encantaba leer libros de aventuras y soñar con ser un gran explorador. En el aula, era respetado y apreciado por sus compañeros, pero desgraciadamente, en el recreo las cosas cambiaban. Durante esos momentos de juego, algunos chicos de otros cursos lo molestaban sin compasión.

Una tarde, mientras Juan estaba sentado solo en un banco con su libro, un grupo de chicos se acercó a él.

"¡Mirá al nerd! Siempre con sus libros", dijo Martín, el más grande del grupo.

"¿No podés jugar al fútbol?", se burló Sofía, que era su amiga y siempre le insinuaba que debía ser más divertido.

Juan sintió un nudo en la garganta, pero decidió que lo mejor era ignorarlos y seguir disfrutando de su historia. Sin embargo, la situación se volvió cada vez más difícil de sobrellevar. Esta no era la primera vez que pasaba.

Otro día, durante la hora de receso, Juan se encontró con su amigo Tomás, quien lo animó a enfrentar la situación. "Juan, ¿por qué no les decís que no te gusta que te molesten?"

"No sé, Tomás. Me da miedo que se pongan más groseros aún", respondió Juan con un susurro.

Sin embargo, Tomás le recordó que muchas veces las personas no se dan cuenta de que lastiman a otros. A lo largo de la semana, las palabras de Tomás resonaban en su mente.

Una tarde, después de ser objeto de burlas nuevamente, Juan tomó coraje. Reunió a todos los niños en el patio.

"Chicos, quiero hablarles sobre algo que me molesta. No me gusta que se burlen de mí por leer en vez de jugar al fútbol. Me gusta la lectura y eso no me hace menos divertido. ¿Podemos encontrar una manera de divertirnos todos juntos?"

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos por la valentía de Juan.

"La verdad es que nunca lo habíamos pensado así", dijo Sofía, con aire pensativo.

"Podríamos jugar todos juntos, hacer un equipo de fútbol y luego leer un libro o contar historias", propuso Martín.

Esa idea fue una revelación. Los chicos empezaron a hablar entre ellos, y poco a poco se organizaron para jugar un gran partido.

"Bueno, después del fútbol, podemos hacer que Juan sea nuestro narrador", sugirió Tomás, animando a todos.

Y así fue. Esa semana, los recreos se transformaron. Los chicos se turnaban para jugar al fútbol y luego se sentaban juntos a escuchar las historias que Juan les contaba. A todos les apasionaban los relatos de aventuras y misterios que narraba.

El conocimiento y la creatividad de Juan no solo lo hicieron más popular, sino que ayudaron a sus compañeros a aceptar la diversidad de intereses que cada uno tenía.

Con el tiempo, los chicos se dieron cuenta de que ser diferente no era algo malo, sino que enriquecía su grupo de amigos. Juan aprendió que enfrentar sus miedos y ser sincero fue la mejor manera de resolver el problema.

Al final del año, la profesora decidió organizar una feria del libro donde todos los chicos podrían presentar sus historias y recomendar libros. Juan fue el encargado de abrir el evento, y al ver a sus antiguos molestadores sonreír y aplaudir, se sintió orgulloso de quién era.

El cambio en la actitud de sus compañeros fue como un viaje de descubrimiento. Desde ese día, Juan aprendió que la comunicación y la autoestima son esenciales no solo para él, sino también para ayudar a crear un ambiente en el que todos se sientan incluidos y respetados.

Así, Juan se convirtió no solo en un experto cuenta cuentos, sino también en un modelo a seguir para otros niños que se sentían intimidados. Y siempre recordaba que, ser uno mismo, es lo que realmente importa.

FIN.

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