El valor de la amabilidad


Había una vez en un colegio de Buenos Aires un niño llamado Carlos. Carlos era muy inteligente y siempre sacaba buenas notas, pero tenía un problema: no respetaba a sus compañeros de clase.

Siempre los interrumpía, los insultaba y les quitaba sus cosas sin permiso. Un día, la maestra Susana decidió hablar seriamente con Carlos.

Le explicó que el respeto es fundamental para convivir en armonía con los demás y que si no cambiaba su actitud, se quedaría solo sin amigos. Carlos escuchó atentamente las palabras de la maestra, pero en su interior pensaba que eso no era tan importante. Los días pasaron y Carlos siguió comportándose mal con sus compañeros.

Un día, mientras jugaban en el recreo, Lucas se tropezó y cayó al suelo lastimándose la rodilla. En ese momento, todos los niños corrieron a ayudarlo menos Carlos, quien se quedó mirando con indiferencia.

"¡Carlos! ¿No vas a ayudar a Lucas?" -le preguntó la maestra Susana sorprendida. "¿Por qué debería hacerlo? Él nunca me ha tratado bien", respondió Carlos con desdén.

La maestra Susana se acercó a él y le dijo: "Carlos, el respeto no se trata de recibir lo mismo que das, sino de ser bondadoso y solidario incluso cuando los demás no lo son contigo". Estas palabras resonaron en la mente de Carlos durante toda la tarde.

Esa noche, reflexionando en su habitación, recordó todas las veces que había sido cruel con sus compañeros y cómo eso afectaba su relación con ellos. Se dio cuenta de que quería cambiar y ser una mejor persona.

Al día siguiente, Carlos llegó al colegio decidido a disculparse con todos aquellos a quienes había lastimado. Comenzó por Lucas, a quien le ofreció ayuda para llevar sus cosas y curarle la rodilla herida.

Luego se disculpó con María por haberle robado su lápiz sin permiso y finalmente reconoció ante todos sus compañeros que había estado actuando mal y que quería empezar de nuevo.

Desde ese día, Carlos comenzó a mostrar respeto hacia sus compañeros: escuchaba atentamente cuando hablaban en clase, colaboraba en equipo sin imponer su opinión sobre los demás e incluso defendía a aquellos que eran víctimas de burlas o injusticias. Con el tiempo, Carlos se convirtió en uno de los niños más queridos del colegio.

Todos valoraban su cambio positivo y él se sentía feliz sabiendo que había aprendido una gran lección: el verdadero valor del respeto hacia los demás.

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