El valor de la amistad



Había una vez un niño llamado Tomás, que era muy fanático de las películas de acción y artes marciales. Él pasaba horas viendo a su héroe favorito en la pantalla, luchando contra el mal y defendiendo a los inocentes.

Un día, mientras iba camino al colegio, Tomás vio algo que lo dejó sin aliento: unos ladrones estaban amenazando a su amiga Sofía.

El corazón del niño latió con fuerza mientras veía cómo los delincuentes se acercaban cada vez más a ella, con intenciones malvadas. De repente, algo dentro de Tomás se activó. Recordó todas las escenas de sus películas favoritas donde el héroe tenía que enfrentarse a situaciones peligrosas como esta.

Y así fue como decidió tomar cartas en el asunto. Sin pensarlo dos veces, Tomás saltó hacia los ladrones y comenzó a pelear con ellos. Con habilidades aprendidas de su ídolo cinematográfico, logró desarmarlos y dejarlos inmovilizados en el piso.

Sofía estaba sorprendida y emocionada por la valentía demostrada por su amigo. Pero cuando lo miró más detenidamente, notó algo extraño: había una mirada fría y dura en los ojos de Tomás, como si hubiera disfrutado demasiado la pelea.

Ella sabía que él no era así normalmente. Así que decidió hablar con él sobre lo ocurrido. "Tomás ¿Qué te pasa? No eres así" -preguntó Sofía preocupada. "No sé qué me pasó", respondió Tomás sintiéndose confundido.

"Solo quería defenderte, pero no sé si hice lo correcto". Sofía entendió que su amigo había actuado con buena intención, pero que quizás se había dejado llevar por la emoción del momento. Así que decidió ayudarlo a reflexionar sobre lo ocurrido.

"Tomás, lo que hiciste fue valiente y te agradezco mucho por defenderme. Pero recuerda que la violencia no es la solución. Hay otras formas de resolver los conflictos sin dañar a nadie". Tomás asintió en silencio, reflexionando sobre las palabras de Sofía.

"Sé como te sientes", continuó ella. "Yo también he visto muchas películas donde el héroe tiene que pelear para salvar al mundo. Pero eso es ficción, Tomás.

En la vida real, tenemos que encontrar maneras más pacíficas de resolver nuestros problemas". Tomás escuchaba atentamente cada palabra de su amiga y poco a poco comenzó a comprender el mensaje. "Tienes razón Sofía -dijo finalmente-. No quiero ser un niño violento ni lastimar a nadie más nunca más".

Así fue como Tomás aprendió una lección importante ese día: la violencia no es la respuesta y siempre debemos buscar maneras pacíficas de resolver nuestros conflictos.

Y aunque seguirá siendo fanático de las películas de acción y artes marciales, ahora sabe que hay una gran diferencia entre el cine y la vida real.

Desde entonces, él ha sido un buen amigo para Sofía y siempre está dispuesto a ayudarla cuando lo necesita, pero ahora sabe hacerlo sin recurrir a la violencia innecesaria.

FIN.

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