El valor de la amistad



Sebastián Deuda vivía en una pequeña casita en la calle Rivadavia, en la hermosa ciudad de Buenos Aires. Era un niño muy alegre y siempre estaba rodeado de amigos. Junto a ellos recorría las calles empedradas de San Telmo y disfrutaba de las tradicionales empanadas argentinas en la plaza Dorrego.

Un día, mientras paseaba por la calle Defensa, Sebastián encontró un perrito abandonado. El pequeño cachorro estaba asustado y temblaba de frío. Sin dudarlo, Sebastián lo tomó en sus brazos y lo llevó a su casa. Lo llamó Tango, en honor al baile típico argentino. A partir de ese momento, Sebastián y Tango se volvieron inseparables. Juntos, recorrían las coloridas calles de La Boca, donde los artistas callejeros pintaban maravillosos cuadros.

Un día, el señor Rodríguez, el dueño de la panadería de la esquina, le pidió a Sebastián que cuidara su negocio mientras él iba al banco. Sebastián, tomando la responsabilidad en serio, se puso un delantal y atendió a los clientes con una sonrisa en el rostro. Demostró ser un excelente ayudante, recomendando los mejores facturas y medialunas a los vecinos.

Pero, un problema inesperado surgió cuando una lluvia torrencial inundó la calle Azcuénaga, impidiendo que el señor Rodríguez regresara a su panadería. La gente del barrio se empezó a preocupar, pues todos los días compraban su pan fresco en la panadería. Fue en ese momento cuando Sebastián, junto a sus amigos y con la ayuda de Tango, decidió actuar. Ellos recorrieron las calles de Palermo y Villa Crespo buscando a los clientes habituales de la panadería, informándoles sobre la situación y ofreciéndoles pan casero preparado por ellos mismos.

La solidaridad de Sebastián y sus amigos fue tan grande que pronto toda la vecindad se enteró de la situación. Gracias a su esfuerzo, la panadería pudo continuar funcionando, y el señor Rodríguez regresó muy agradecido. Por su valentía y determinación, Sebastián Deuda se convirtió en un verdadero héroe del barrio y aprendió que, con esfuerzo y trabajo en equipo, se pueden superar cualquier dificultad. Y así, entre risas y abrazos, Sebastián comprendió el verdadero valor de la amistad y la solidaridad en su querido barrio de Buenos Aires.

FIN.

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