El Valor de la Amistad
Había una vez, en una pequeña escuela de Buenos Aires, dos mejores amigas llamadas Sofía y Flor. Desde que empezaron el jardín, hacían todo juntas: compartían sus meriendas, jugaban en el recreo y se contaban sus secretos en el rincón del patio. Eran inseparables y su amistad era muy especial.
Un día, llegó una niña nueva llamada Lia. Sofía, emocionada por conocer a alguien nuevo, comenzó a jugar con ella durante el recreo. Al principio, Flor no le dio mucha importancia, pero en poco tiempo se dio cuenta de que Sofía pasaba más tiempo con Lia que con ella.
Un día después de clases, Flor decidió hablar con Lia. Quería que la nueva niña se alejara de su amiga. Con el corazón un poco acelerado, se acercó a ella que estaba sentada bajo un árbol.
"Hola Lia" - dijo Flor, tratando de sonar amable, aunque su voz temblaba un poco. "¿Podemos hablar un momento?"
Lia miró a Flor con curiosidad y asintió.
"Claro, ¿qué pasa?" - respondió Lia.
"Mirá, me parece que sos muy buena para Sofía, pero..." - Flor tomó aire "creo que deberías alejarte un poco de ella. Nosotras somos mejores amigas desde siempre, y no quiero que nada cambie".
Lia la miró sorprendida y luego sonrió.
"Pero Flor, no quiero reemplazarte. Sofía es muy especial para mí también, no quiero que haya problemas entre ustedes".
Flor, sintiéndose un poco culpable por haber hablado así, frunció el ceño.
"No se trata de reemplazar, pero nos conocimos antes, y no quiero perder su amistad".
"Entiendo, pero creo que hay suficiente lugar en el corazón de Sofía para ambas" - respondió Lia, con una voz tranquila.
Con esas palabras, Flor se sintió un poco más relajada, pero aún insegura.
"¿Cómo puedo estar segura de eso?" - preguntó, sintiendo una mezcla de emociones.
"Podríamos hacer algo en grupo, así todos podemos ser amigos" - sugirió Lia con entusiasmo.
Flor pensó por un momento. La idea le parecía genial, pero aún tenía miedo de perder a Sofía.
"Bueno, tal vez podamos intentar hacerlo" -se animó a decir.
Así que, después de hablar con Sofía, decidieron organizar un picnic en el parque el sábado siguiente e invitar a todos sus compañeros de clase, incluyendo a Lia.
Cuando llegó el día del picnic, todo salió fantástico. Jugaron a la pelota, compartieron galletitas y muchas risas. Flor se dio cuenta de que Lia era una gran amiga y que no tenía que preocuparse por perder a Sofía. La amistad no era un juego de suma cero, ¡sino que había espacio para todos!
Al final del día, al despedirse, Flor se acercó a Lia y le dijo:
"Sabes, me alegra saber que te quedaste en nuestra escuela. Tal vez podamos ser amigas también."
"¡Me encantaría!" - respondió Lia. "La amistad no tiene límites, y cada uno puede sumar algo especial al grupo".
Así, Flor y Lia se convirtieron en grandes amigas, y Sofía, Flor y Lia formaron un nuevo equipo. Aprendieron que, al abrirse a nuevas amistades, podían crecer y disfrutar aún más de su tiempo juntas. Y así, en aquella pequeña escuela, florecieron tres grandes amistades.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.