El Valor de la Amistad
Era un soleado lunes en la escuela primaria San Martín. Los niños estaban emocionados por la llegada de una nueva actividad: el torneo de deportes. En medio de la algarabía, un niño llamado Lucas miraba desde la esquina del patio. No tenía muchas ganas de participar, porque en el pasado había pasado algo que lo hizo dudar sobre sus habilidades.
Desde su primer año, Lucas había practicado fútbol con su equipo, pero en un partido decisivo había fallado un penal que les costó la victoria. Desde ese momento, el miedo a fallar lo había seguido como una sombra. Pero todo eso cambió cuando su amiga Sofía se acercó.
"¿Lucas, por qué no participás en el torneo?" - le preguntó Sofía con una gran sonrisa.
"No sé, Sofía... Creo que soy un desastre. Ya no tengo ganas de jugar" - respondió él, agachando la cabeza.
"Pero no se trata solo de ganar, se trata de divertirse y estar juntos. ¡Vamos a hacerlo por nuestra amistad!" - animó ella.
Lucas se sintió un poco mejor, pero aún dudaba. Al día siguiente, los alumnos se dividieron en equipos. Sofía insistió en que él formara parte del suyo.
"¡Vamos, Lucas! Espero un gol de vos!" - le dijo ella con entusiasmo.
"Pero Sofía, yo..." - empezó a titubear, pero Sofía lo interrumpió.
"No importa cómo juegues. Lo importante es que estemos juntos. Te apoyo, y sé que podemos divertirnos tanto como ganar" - afirmó.
Finalmente, Lucas se decidió. Se unió al equipo, y aunque al principio no se sintió muy capaz, se dio cuenta de que sus compañeros estaba ahí para apoyarlo. En la primera ronda del torneo, el equipo se enfrentaba a sus rivales más temidos: el equipo de los Tigres.
El partido comenzó, y pronto, Lucas se encontró en el medio del campo. Estaba nervioso, pero recordando las palabras de Sofía, decidió concentrarse en disfrutar y ser parte de ese momento. Todo avanzaba bien hasta que, de repente, uno de los Tigres le robó el balón.
"¡Lucas! ¡Dale! ¡Es tu oportunidad!" - gritó Sofía desde la línea.
"No puedo, ¡voy a fallar!" - pensó él, pero luego recordó cómo sus compañeros habían estado apoyándolo.
"¡Vamos Lucas! ¡No te rindas!" - lo alentaron el resto del equipo.
Con un nuevo aire, Lucas corrió tras el balón, lo interceptó y, para su sorpresa, logró pasárselo a Sofía, quien estaba lista para darle un buen tiro. Ella invocó su mejor jugada y ¡gol! ¡El equipo entero gritó de alegría!
Poco a poco, fue avanzando el partido, Lucas se dio cuenta que la verdadera importancia no estaba en ganar, sino en la conexión que había formado con sus amigos. Y aunque perdieron en la última jugada, Lucas se sintió más seguro y feliz.
"Gracias, Sofía. No lo habría logrado sin vos" - le dijo Lucas al finalizar el partido.
"Lo importante es que lo pasamos genial, y aprendimos que está bien fallar. La amistad nos hace más fuertes" - respondió ella.
Desde ese día, Lucas comprendió que lo que realmente cuenta en la vida son los valores que cultivamos, como la amistad, la confianza y el apoyo. Nadie es perfecto, pero si estamos juntos, podemos superar cualquier obstáculo y disfrutar del camino.
El torneo no era solo un juego; era una lección sobre cómo enfrentar los miedos, valorar a quienes nos rodean y nunca rendirse, porque cada pequeño triunfo cuenta, y el valor de la amistad siempre será el mayor de todos.
FIN.