El Valor de la Amistad
En el Colegio San Martín, había un niño llamado Lucas. Lucas era un chico muy amable y creativo, pero a menudo se sentía diferente a los demás. Mientras que sus compañeros preferían jugar al fútbol, a Lucas le encantaba dibujar y soñar con ser un famoso artista.
Un día, mientras dibujaba bajo un árbol en el patio, un grupo de chicos, liderado por Mateo, se acercó a él. Mateo era el jugador estrella del equipo de fútbol y se creía mejor que todos los demás.
"¿Qué hacés, Lucas? ¿Dibujando? ¡Eso es para chicas!" - se burló Mateo con una risita sarcástica.
"Es una manera de expresarme..." - contestó Lucas tímidamente, mirando hacia abajo.
A partir de ese día, Mateo y sus amigos comenzaron a acosar a Lucas. Se reían de sus dibujos, los rompían en frente de él y lo llamaban apodos crueles.
Lucas se sentía cada vez más triste y solo. Sin embargo, un día, conoció a Valentina, una nueva compañera de clase. Valentina llegó con una sonrisa brillante y una gran curiosidad por el mundo que la rodeaba.
"¿Qué estás dibujando, Lucas?" - le preguntó Valentina con entusiasmo, sentándose a su lado.
"Es un dragón, pero no le queda muy bien..." - respondió Lucas, un poco avergonzado.
"Me encanta. ¡Es impresionante!" - exclamó Valentina, lo que hizo que Lucas sonriera por primera vez en mucho tiempo.
Gracias a Valentina, Lucas empezó a sentirse más seguro de sí mismo. Juntos comenzaron a compartir sus intereses. Valentina también tenía una pasión por la pintura y le propuso que hicieran un mural en el patio de la escuela.
"¡Podríamos hacer algo hermoso que todos aprecien!" - dijo Valentina emocionada.
Lucas no podía creerlo. Con mucho esfuerzo, la idea comenzó a tomar forma. Juntos, le mostraron su proyecto a la maestra, quien decidió ayudarlos a llevarlo a cabo. El día de la pintura del mural, más compañeros se unieron a ellos y pronto se convirtió en una verdadera fiesta.
Sin embargo, Mateo no estaba contento. No podía soportar ver a Lucas y Valentina tan felices, así que decidió hacer de las suyas otra vez.
"¡Miren! El dibujito quiere hacer un mural. ¿No les da risa?" - gritó Mateo a sus amigos, intentando arruinar la actividad.
Pero en ese momento, uno de los compañeros, Santiago, se puso de pie.
"¿Y qué pasa si dibuja? Todos tenemos derecho a hacer lo que amamos. A mí me gusta tocar música y no me da vergüenza decirlo. ¡Vamos, chicos, ayuden a Lucas!"
Sus palabras resonaron entre el grupo. Lucas miró a su alrededor y vio a varios chicos que comenzaban a defenderlo.
"Nosotros estamos aquí para crear algo hermoso, y eso es lo que importa. ¡Dejen a Lucas en paz!" - agregó Valentina, empoderando a sus compañeros.
Mateo, sorprendido por la repentina unión del grupo, decidió dar un paso atrás. Esa fue la primera vez que se dio cuenta de que no estaba bien tratar a alguien de esa manera.
Finalmente, el mural fue un éxito. Todos los estudiantes del colegio lo admiraron y Lucas, ya no se sentía solo. Había aprendido que la verdadera amistad y la solidaridad pueden vencer cualquier tipo de bullying. Esto les permitió a Mateo y Lucas hablar más adelante y, sorprendentemente, se dieron cuenta de que tenían más en común de lo que pensaban.
"Lucas, ¿podrías enseñarme a dibujar un poco? Me encantaría intentarlo" - dijo Mateo un día, acercándose a él.
"Claro, me encantaría enseñarte!" - sonrió Lucas, sintiendo que había dado un paso importante hacia la paz y la amistad.
Finalmente, en el patio ondeaba el mural, un símbolo de diversidad, creatividad, y cómo juntos podían construir un espacio más amable y respetuoso. Lucas ya no se sentía diferente; se sentía parte de algo hermoso, algo que todos habían creado juntos.
A partir de ese día, el Colegio San Martín se volvió un lugar donde cada niño podía ser quien realmente era, sin miedo a ser juzgado. Y así, Lucas aprendió el valor de la amistad y la importancia de apoyar a los demás en lugar de hacerlos sentir mal.
FIN.