El Valor de la Amistad
En un pequeño colegio de Buenos Aires, un grupo de amigos se reunía todos los días a jugar y a compartir anécdotas. Entre ellos estaba Lucas, un chico juguetón y alegre pero un poco torpe, a quien le gustaba intentar hacer reír a todos. Un día, mientras jugaban al fútbol en el patio, Lucas hizo una de sus travesuras habituales: dribló a sus amigos y terminó metiendo un gol. Todos comenzaron a reír y a aplaudir, menos Simón, un chico que no había hecho más que perder el partido.
"¿Por qué siempre tenés que hacer de las tuyas, Lucas?" - le dijo Simón, entre molesto y frustrado.
"¡Solo quise divertirme!" - respondió Lucas con una sonrisa, sin entender que las palabras de Simón tenían más fondo.
A medida que los días pasaban, Lucas continuó con sus bromas y travesuras, pero comenzó a notar que Simón se iba alejando del grupo. Un día, al salir de clase, Lucas decidió invitarlo al cine.
"¿Simón, querés venir al cine con nosotros el sábado?" - preguntó Lucas, con una gran sonrisa.
"No tengo ganas, prefiero quedarme en casa" - respondió Simón, con tristeza en la mirada.
Lucas no podía entender por qué su amigo estaba tan distante. Una tarde, después de un juego de bolitas con sus amigos, Lucas fue a buscar a Simón. Encontró a su amigo solo en un rincón del patio, mirando al suelo.
"¿Qué te pasa, amigo?" - preguntó Lucas.
"No puedo ir al cine porque me siento mal... Siempre perdemos y no sé si les gusta jugar conmigo" - explicó Simón.
Esa respuesta sorprendió a Lucas.
"Pero, ¿por qué no dijiste nada? Te queremos porque sos parte del grupo, no solo por el fútbol" - dijo Lucas, con preocupación.
Simón levantó la mirada, y sus ojos brillaron. "Sabía que me querían, pero a veces me siento un poco fuera de lugar."
Lucas se dio cuenta de que había estado tan entretenido haciendo reír a otros que no había notado el dolor de su amigo.
"Vamos, ¡te prometo que este sábado vamos a hacer un cine en casa! Cocinaremos las mejores pizzas y miraremos una película divertida. Y el fútbol lo dejamos para después, así te sentís cómodo!" - propuso Lucas, con entusiasmo.
Esa idea emocionó a Simón. Fue así como los niños decidieron hacer una reunión en casa de Lucas. Invitaron a todos los amigos, y mientras cocinaban juntos, se dieron cuenta de que, además de jugar, podían compartir risas en la cocina.
El día de la película fue todo un éxito. Al final de la función, todos los chicos rieron y aplaudieron. Simón brilló de felicidad, ya que se sintió incluido y aceptado.
"Gracias, Lucas, por invitarme. Me divertí mucho" - le dijo Simón.
"Siempre amigo. La amistad es más que pasarla bien en el fútbol. Ser parte del grupo es también cocinar y hacer locuras juntos" - respondió Lucas.
Desde ese día, el grupo se volvió más unido. Aprendieron que la amistad trae consigo la posibilidad de compartir, de comunicarse, de entenderse, y que no importaba si uno era bueno o malo en el fútbol, lo importante era apoyarse y divertirse juntos.
Y así, entre juegos, risas y cine, los amigos de Lucas y Simón se hicieron más fuertes con cada aventura que compartían. Aprendieron que pegarle a alguien –ya sea jugando o en broma– no es lo que une a un grupo de amigos, sino el amor y el respeto que se tienen unos a otros.
FIN.