El valor de la amistad
Había una vez un niño llamado Mateo que siempre quería ser el primero en todo. Desde que era pequeño, siempre estaba compitiendo con sus amigos y compañeros de clase para ver quién era el mejor.
Un día, la maestra del colegio anunció que iban a hacer una excursión al zoológico. Todos los niños estaban emocionados, pero Mateo estaba especialmente ansioso por ser el primero en subir al autobús.
"¡Chicos! ¡Vamos a ir al zoológico y yo voy a ser el primero en subir al bus!", exclamó Mateo emocionado. Los demás niños se miraron entre sí y decidieron darle una lección a su amigo presumido.
Decidieron no hacerle caso y seguir con sus actividades normales como si no hubiera dicho nada. Mateo, confundido por la falta de atención de sus amigos, empezó a preocuparse. Se dio cuenta de que tal vez su actitud competitiva lo había alejado de ellos.
Esa noche, mientras pensaba en lo sucedido, Mateo tuvo un sueño extraño. Soñó que se encontraba en una carrera muy importante contra todos sus amigos y compañeros de clase.
A medida que avanzaban, cada uno iba dejando caer objetos importantes: la amistad, la solidaridad y la empatía. Cuando llegaron a la línea final, Mateo fue el único que seguía corriendo porque nunca había dejado caer nada.
Pero cuando alcanzó la meta, se sintió triste e insatisfecho porque ya no tenía amigos con los cuales celebrar su victoria. Al despertar de su sueño, Mateo comprendió el mensaje oculto detrás de su competencia desmedida.
Se dio cuenta de que ser el primero en todo no era lo más importante, sino disfrutar del camino junto a sus amigos. Al día siguiente, Mateo se disculpó con todos sus compañeros por su actitud egoísta y les propuso hacer una actividad grupal en la que todos tuvieran la oportunidad de participar y sentirse valorados.
"Chicos, lamento mucho haberlos alejado con mi actitud competitiva. Aprendí que lo más valioso es compartir momentos juntos y apoyarnos mutuamente.
¿Qué les parece si organizamos un juego en el que todos podamos divertirnos por igual?"Los demás niños aceptaron emocionados la propuesta de Mateo y empezaron a planificar el juego. Durante ese día, trabajaron en equipo para construir un circuito lleno de obstáculos y desafíos.
Cuando llegó el momento de jugar, Mateo decidió dejar atrás su afán por ser el primero y animó a sus amigos a superar cada obstáculo juntos. Descubrió que al trabajar en equipo, todos lograban avanzar más rápido y disfrutaban mucho más del juego.
A partir de ese día, Mateo aprendió a valorar la amistad sobre cualquier competencia. Siempre recordaba que no importaba quién fuera el primero o el último, sino la alegría de estar rodeado de buenos amigos.
Y así fue como Mateo dejó atrás su deseo constante por ser el primero y se convirtió en un niño generoso y solidario. Juntos compartieron muchas aventuras divertidas e inolvidables, demostrando que la verdadera felicidad reside en las relaciones humanas basadas en el respeto y la colaboración.
FIN.