El valor de la amistad



Había una vez en un hermoso jardín, un colibrí llamado Pedro. Pedro era un colibrí muy coqueto y siempre lucía sus plumas de colores alegres y contrastantes con mucho orgullo.

Tenía el pecho color rojo fuego, las alas azules como el cielo y su cola brillaba como si estuviera hecha de oro. Pedro pasaba sus días volando de flor en flor, buscando néctar dulce para alimentarse y admirando su reflejo en los charcos de agua cristalina.

Pero había algo que le preocupaba: no tenía amigos. Aunque todos se maravillaban con la belleza de Pedro, nadie se acercaba a él porque creían que era demasiado presumido.

Un día, mientras estaba posado sobre una rama observando las demás aves jugar juntas, vio a una pequeña golondrina llamada Marta. Marta tenía el plumaje marrón oscuro y no era tan llamativa como Pedro, pero eso no importaba para él. - ¡Hola Marta! -exclamó entusiasmado Pedro-.

¿Te gustaría ser mi amiga? Marta miró a Pedro sorprendida por su amabilidad. - ¡Claro que sí! -respondió ella emocionada-. Será genial tener un amigo tan hermoso como tú. A partir de ese momento, Pedro y Marta se volvieron inseparables.

Juntos exploraron cada rincón del jardín y compartieron muchas aventuras divertidas. Descubrieron nuevos tipos de flores e incluso ayudaron a polinizarlas para que crecieran más fuertes y hermosas.

Pero un día, cuando estaban jugando cerca de un lago, una fuerte ráfaga de viento los separó. Pedro intentó volar hacia Marta, pero el viento lo arrastraba en dirección contraria. - ¡Marta! ¡No te alejes! -gritó desesperado Pedro. Pero ya era demasiado tarde.

Marta había desaparecido de su vista y Pedro se encontraba solo y perdido en un lugar desconocido. Se sentía triste y asustado, sin saber cómo regresar a casa. Decidido a encontrar a su amiga, Pedro comenzó a buscar por todos lados.

Preguntó a las demás aves si habían visto a una golondrina marrón oscuro, pero nadie parecía haberla visto. Estaba empezando a perder la esperanza cuando escuchó un suave canto proveniente del otro lado del bosque.

Siguiendo el sonido, llegó hasta un árbol donde encontró a Marta atrapada entre las ramas. Sin pensarlo dos veces, Pedro se acercó volando rápido y con sus picotazos logró liberarla. - ¡Pedro! -exclamó Marta emocionada-.

¡Me has salvado! Pedro sonrió orgulloso y respondió:- Un verdadero amigo siempre está dispuesto a ayudar en momentos difíciles. Juntos regresaron al jardín y compartieron la historia de su aventura con los demás animales.

A partir de ese día, todos reconocieron que la belleza exterior no es lo más importante en una amistad; lo que realmente importa es tener un corazón generoso y estar ahí para apoyarse mutuamente. Desde entonces, el jardín se llenó de risas, juegos y amistades verdaderas.

Pedro y Marta se convirtieron en los líderes del grupo, enseñando a todos que la verdadera belleza radica en el interior de cada ser vivo.

Y así, el colibrí coqueto de colores alegres y contrastantes aprendió una valiosa lección: la amistad es el tesoro más preciado que uno puede tener, sin importar cómo luzcamos por fuera.

FIN.

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