El valor de la amistad



Había llegado el primer día de clases en el colegio para los niños de segundo grado. Era un momento emocionante y a la vez lleno de diferentes sentimientos.

Algunos estaban felices de reencontrarse con sus amigos, otros se sentían tristes por dejar atrás las vacaciones, algunos tenían miedo de no adaptarse al nuevo año escolar y otros estaban ansiosos por conocer a sus nuevos compañeros.

Entre ellos se encontraba Lucas, un niño tímido pero curioso que estaba muy asustado por todo lo desconocido que le esperaba ese día. Cuando entró al salón de clases, vio a sus antiguos amigos y sonrió felizmente. Pero también notó caras nuevas que nunca había visto antes.

La maestra, la señorita Ana, les dio una cálida bienvenida y les pidió que se presentaran uno por uno. Lucas sintió cómo su corazón latía rápidamente mientras esperaba su turno.

Al escuchar su nombre, se paró tímidamente frente a todos y dijo:- Hola, soy Lucas. Me gusta dibujar y jugar al fútbol. Los demás niños lo miraron con interés y algunos le sonrieron amablemente.

A medida que cada niño se presentaba, Lucas comenzó a darse cuenta de algo: todos tenían algo interesante para contar sobre sí mismos. Después de las presentaciones, la señorita Ana propuso un juego para romper el hielo entre los compañeros. Les pidió que formaran parejas y compartieran algo especial sobre ellos mismos con su compañero.

Lucas se emparejó con Martín, un niño extrovertido que siempre tenía una sonrisa en su rostro. Martín le contó a Lucas que le encantaba el ajedrez y que había ganado varios torneos.

Lucas se sorprendió y admiró la habilidad de Martín, lo cual hizo que su miedo disminuyera un poco. Después del juego, los niños comenzaron a interactuar más entre sí.

A medida que pasaban los días, Lucas fue conociendo más sobre sus compañeros y descubriendo cosas increíbles. Sofía era una gran bailarina, Tomás sabía tocar la guitarra y Valentina tenía una colección de insectos muy interesante. Lucas se dio cuenta de que todos tenían talentos únicos y especiales.

Comenzó a sentirse menos asustado y más emocionado por descubrir nuevas cosas cada día en el colegio. Un día, mientras jugaban en el recreo, Lucas notó a un niño nuevo sentado solo en un rincón del patio.

Decidió acercarse amablemente y preguntarle si quería jugar con ellos. El niño nuevo se llamaba Mateo y resultó ser muy divertido. A partir de ese momento, Mateo se convirtió en uno más del grupo de amigos de Lucas.

Juntos exploraban el mundo alrededor del colegio, compartían risas y aprendían unos de otros. El año escolar avanzaba rápidamente y llegó el día final antes de las vacaciones nuevamente. La señorita Ana les pidió a los niños que reflexionaran sobre todo lo aprendido durante el año.

Lucas pensó profundamente sobre su experiencia en segundo grado: había superado sus miedos iniciales, había encontrado nuevos amigos maravillosos e incluso había descubierto su propio talento para dibujar.

Con una sonrisa en su rostro, Lucas levantó la mano y dijo:- Señorita Ana, este año he aprendido que todos somos especiales de diferentes maneras. Cada uno tiene algo increíble que aportar al mundo.

Estoy muy feliz de haber compartido este año con mis amigos y estoy ansioso por seguir aprendiendo juntos el próximo año. Los demás niños aplaudieron emocionados las palabras de Lucas. La señorita Ana también se llenó de alegría al escucharlo.

Así terminó el primer día de clases en segundo grado, lleno de emociones encontradas pero con un hermoso mensaje sobre la importancia de valorar a los demás y descubrir nuestras propias fortalezas. Y así, Lucas y sus compañeros continuaron su camino educativo, siempre dispuestos a aprender y crecer juntos en cada nuevo año escolar.

FIN.

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