El valor de la amistad


Oscar era un niño alegre y curioso que vivía en una casa acogedora junto a su familia. Sin embargo, un día todo cambió cuando sus padres le anunciaron que se mudarían a una nueva casa en otro barrio.

Esto significaba tener que despedirse de su mejor amigo Leonardo, con quien compartía risas, juegos y aventuras todos los días. La noticia de la mudanza entristeció profundamente a Oscar.

Se sentía abrumado por la idea de dejar atrás todo lo que conocía y quería. A pesar de las palabras de consuelo de sus padres, Oscar no podía evitar sentirse triste y enfadado.

Cada tarde, a las 4: 30 en punto, esperaba ansioso la llamada de Leonardo para compartir sus pensamientos y emociones. "Hola Leo, ¿cómo estás?" -preguntaba Oscar con voz apagada. "Hola Oscar, ¿qué te pasa? Suena como si estuvieras triste" -respondía Leonardo preocupado.

"Es que me voy a mudar y no quiero dejarte" -confesaba Oscar con sinceridad. Leonardo escuchaba atentamente a su amigo mientras le brindaba palabras de aliento y apoyo. Le recordaba los buenos momentos vividos juntos y le aseguraba que su amistad perduraría más allá de la distancia física.

Aunque Oscar se sentía reconfortado por las palabras de Leonardo, seguía mostrando una actitud reservada ante sus padres. Los días pasaban y la fecha de la mudanza se acercaba cada vez más.

Oscar continuaba escuchando música triste en su habitación e intentando aparentar estar feliz frente a sus padres. Sentía un profundo rencor hacia ellos por haber tomado la decisión de mudarse sin tener en cuenta sus sentimientos.

Una tarde, mientras reflexionaba sobre todo lo ocurrido, Oscar recibió una sorpresa inesperada. En lugar del tono melancólico habitual, esta vez decidió poner música alegre y abrirse sinceramente con sus padres sobre cómo se había sentido desde el anuncio de la mudanza. "Papá, mamá...

sé que nuestra mudanza es importante para ustedes, pero yo también tengo mis propios sentimientos" -expresó Oscar con valentía. Sus padres escucharon atentamente las palabras de su hijo y comprendieron el dolor que estaba experimentando.

Decidieron sentarse juntos para hablar sobre cómo podrían hacer más llevadera la transición hacia el nuevo hogar. Juntos idearon planes para mantener viva la amistad entre Oscar y Leonardo e incluso organizaron una despedida especial para celebrar los recuerdos compartidos.

El día de la mudanza finalmente llegó, pero esta vez Oscar no estaba tan triste como antes. Había aprendido que expresar sus emociones abiertamente era fundamental para superar las dificultades y fortalecer los vínculos afectivos con quienes lo rodeaban.

Al instalarse en su nueva casa, Oscar sintió un cálido abrazo familiar que le recordó que siempre estarían juntos pase lo que pase. Mirando por la ventana hacia el horizonte desconocido, sonrió pensando en todas las nuevas aventuras que le esperaban en aquel lugar lleno de posibilidades infinitas.

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