El valor de la amistad



En un pequeño pueblo de Argentina vivía Mateo, un niño apasionado por el fútbol.

Todos los días, después de la escuela, corría al potrero con sus amigos para jugar partidos hasta que el sol se escondiera detrás de las montañas. Un día, mientras pateaban la pelota con alegría, Mateo notó a un niño más pequeño observándolos desde lejos. Se acercó y descubrió que se llamaba Juan y que no tenía zapatos para jugar.

A pesar de ser muy pobre, su sonrisa era tan grande como su corazón. Mateo decidió ayudarlo y juntos buscaron una forma de conseguir dinero. Recordaron que en el desván de la casa abandonada del pueblo solían encontrar objetos antiguos.

Así que fueron en busca de tesoros olvidados para venderlos en la feria. Después de mucho buscar, encontraron una caja llena de monedas antiguas.

Con esperanza en los ojos, corrieron hacia la feria y lograron venderlas por una buena cantidad de plata. Estaban felices porque ahora Juan podría comprarse unos zapatos para jugar al fútbol. "¡Juan! ¡Mira cuánto dinero conseguimos! Ahora podrás tener tus propios zapatos", exclamó Mateo emocionado.

"¡Gracias, Mateo! Eres mi mejor amigo", respondió Juan con lágrimas en los ojos. Pero cuando estaban por comprar los zapatos, vieron a una señora mayor hurgando en la basura en busca de algo para comer.

Se acercaron a ella y le ofrecieron parte del dinero para que pudiera alimentarse correctamente durante varios días. La señora les dio las gracias conmovida y les dijo: "Nunca olviden que la verdadera riqueza está en ayudar a los demás".

Los dos niños entendieron entonces que no importa cuánto dinero tengan si no comparten lo que tienen con quienes más lo necesitan. Decidieron usar el resto del dinero para comprar comida y llevarla a aquellos que pasaban hambre en el pueblo.

A partir de ese día, Mateo y Juan se convirtieron en ejemplo de solidaridad y generosidad para todos en el pueblo. Y aunque nunca llegaron a tener los mejores zapatos o balones de fútbol, tenían algo mucho más valioso: amistad verdadera y corazones llenos de bondad.

FIN.

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