El valor de la amistad



Había una vez en un pequeño pueblo de Colombia, un niño travieso y desobediente llamado Mateo.

A sus cortos 7 años, Mateo siempre encontraba la manera de meterse en problemas y desafiar las reglas impuestas por sus padres y maestros. Un día, mientras Mateo jugaba en el parque con sus amigos, vio a lo lejos un cartel que decía "Prohibido pisar el césped".

Sin pensarlo dos veces, Mateo corrió hacia el césped y comenzó a saltar sobre él, ignorando por completo la advertencia. -¡Mateo, no puedes pisar el césped! ¡Está prohibido! -gritó su amigo Juan tratando de detenerlo. Pero Mateo solo se reía y continuaba saltando.

De repente, el dueño del parque apareció furioso y le dijo a Mateo:-¡Niño desobediente! ¿Acaso no sabes leer? Está prohibido pisar el césped. Deberías respetar las reglas. Mateo se quedó callado por un momento, sintiéndose avergonzado por su comportamiento.

Se disculpó con el dueño del parque y se alejó con la cabeza gacha. Esa noche, mientras cenaba con su familia, reflexionó sobre lo sucedido en el parque. Al día siguiente, Mateo decidió cambiar su actitud y ser más obediente.

Comenzó a escuchar a sus padres y maestros, siguiendo las reglas sin cuestionarlas. Sus amigos notaron la diferencia en él y pronto empezaron a imitar su comportamiento ejemplar. Un mes después de aquel incidente en el parque, hubo un concurso de dibujo en la escuela de Mateo.

Todos los niños estaban emocionados por participar, pero Juan estaba triste porque no tenía lápices de colores para dibujar.

Sin dudarlo ni un segundo, Mateo tomó todos sus lápices de colores nuevos que había recibido como regalo recientemente y se los dio a Juan para que pudiera participar en el concurso.

Juan estaba sorprendido por la generosidad de Mateo y le preguntó:-¿Por qué me estás dando tus lápices nuevos? Mateo sonrió y respondió:-Porque quiero demostrar que puedo ser bueno y ayudar a mis amigos. A veces está bien romper las reglas si es para hacer algo bueno por los demás.

El día del concurso llegó y Juan ganó el primer premio gracias al hermoso dibujo que había hecho con los lápices de colores de Mateo. Todos aplaudieron emocionados y felicitaron a los dos amigos por su gesto solidario.

Desde ese día, Mateo entendió que ser obediente no significaba solo seguir las reglas al pie de la letra, sino también saber cuándo era importante romperlas para hacer algo bueno por los demás. Y así, nuestro pequeño niño desobediente se convirtió en un ejemplo de bondad y amistad para todos en su comunidad.

FIN.

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