El valor de la amistad


Javier se despertó con su habitual resistencia a levantarse temprano para ir al colegio. Escuchó la voz de su madre llamándolo desde la cocina y suspiró, sabiendo que no podía quedarse en la cama por más tiempo.

"¡Javier, levántate! Es hora de ir al colegio", gritó su madre desde abajo. Arrastrando los pies, Javier se vistió rápidamente y bajó las escaleras hacia la cocina donde lo esperaba su desayuno.

Mientras comía, su mamá le recordaba las cosas que debía hacer ese día en el colegio. "Recuerda entregar tu tarea de matemáticas y prestar atención en clase", le decía ella con una sonrisa amorosa.

Javier asintió distraído, más preocupado por lo que iba a jugar en el recreo que por cualquier otra cosa. Terminó su desayuno y salió corriendo hacia la puerta, listo para comenzar otro día de clases.

Al llegar al colegio, Javier se encontró con sus amigos en el patio y pronto estaban jugando a la pelota como todas las mañanas. Sin embargo, algo inesperado ocurrió cuando uno de sus compañeros tropezó y cayó al suelo, lastimándose el brazo. "¡Ayuda! ¡Me duele mucho!", gritaba el niño entre sollozos.

Los demás niños parecían no saber qué hacer, pero Javier recordó cómo su mamá siempre le enseñaba a ser amable y solidario con los demás. Se acercó al niño herido y le ofreció ayuda para llevarlo a la enfermería.

"Tranquilo amigo, te voy a acompañar hasta que estés mejor", dijo Javier con calma mientras ayudaba al niño a levantarse. El resto de los niños miraban sorprendidos la actitud de Javier, quien demostraba compasión y empatía hacia su compañero herido.

Juntos caminaron hacia la enfermería donde pudieron atender al niño lastimado gracias a la rápida acción de Javier. Ese día en el colegio fue diferente para Javier.

Aprendió que ser amable y solidario con los demás era tan importante como prestar atención en clase o entregar las tareas a tiempo. Su mamá siempre le decía que las pequeñas acciones podían marcar una gran diferencia en la vida de alguien más, y ahora él lo había experimentado en carne propia.

Al regresar a casa ese día, Javier abrazó a su mamá con fuerza y le dijo: "Gracias por enseñarme valores importantes como ser amable y solidario. Hoy pude ayudar a un amigo gracias a todo lo que me has enseñado".

Su mamá sonrió orgullosa y supo que esa lección nunca se borraría de la memoria de Javier. Ese día descubrió que ser bueno con los demás era una elección poderosa que podía cambiar vidas para siempre.

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