El valor de la amistad en Villa Esperanza
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Ana. Ana era muy simpática y amable, pero por alguna razón, no tenía amigos con quienes jugar o compartir sus aventuras.
Todos los niños de la escuela parecían tener sus propios grupos de amigos, dejando a Ana sola durante el recreo. Un día, mientras caminaba tristemente por el parque del pueblo, vio a un anciano sentado en un banco alimentando a las palomas.
Se acercó tímidamente y le preguntó: "-¿Por qué las palomas te rodean a ti y a nadie más?" El anciano sonrió y le respondió: "-Porque les doy cariño y alimento.
A veces solo necesitas mostrar un poco de amor para que otros se acerquen. "Ana reflexionó sobre las palabras del anciano mientras observaba cómo las palomas revoloteaban a su alrededor. Decidió probar suerte y se acercó a un grupo de niños que estaban jugando en el parque.
Con timidez les dijo: "-Hola, ¿puedo jugar con ustedes?" Los niños la miraron sorprendidos al principio, pero luego asintieron con una sonrisa. Desde ese día, Ana empezó a hacer amigos poco a poco.
Descubrió que compartiendo su alegría y amabilidad podía ganarse el cariño de los demás. Pronto se convirtió en la líder de su propio grupo de amigos, organizando juegos divertidos y ayudando a aquellos que lo necesitaban.
Un mes después, Villa Esperanza celebraba su tradicional festival anual donde todos los niños del pueblo participaban en diferentes actividades. Ana estaba emocionada porque era la primera vez que tenía tantos amigos con quienes disfrutar del evento.
Sin embargo, durante una competencia de carreras de sacos, uno de sus nuevos amigos tropezó y cayó al suelo lastimándose el tobillo. Todos los demás niños siguieron corriendo sin darse cuenta excepto Ana, quien retrocedió rápidamente para ayudarlo.
"-¡No importa si perdemos la carrera! Lo importante es que estés bien", dijo Ana mientras ayudaba a su amigo a levantarse apoyándolo en su hombro. Los demás niños se detuvieron al ver el gesto desinteresado de Ana hacia su amigo herido.
Lentamente se acercaron para ayudar también hasta llegar juntos todos juntos hacia la línea final.
Al final del día, cuando entregaron los premios del festival, el anciano del parque subió al escenario entre lágrimas para entregarle un reconocimiento especial a Ana por ser tan valiente y solidaria con sus compañeros. Desde entonces, Ana nunca más volvió a sentirse sola porque descubrió que la verdadera amistad no está en cuántos amigos tienes sino en cuánto amor puedes dar y recibir.
FIN.