El valor de la amistad matemática


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Números, un niño llamado Gustavo. Gustavo era muy introvertido y le costaba relacionarse con sus compañeros de clase.

Siempre prefería estar solo en su rincón favorito del patio de la escuela, observando las nubes y los pájaros. Un día, la maestra de matemáticas, la Señorita Ángela, anunció que todos los niños debían aprenderse las tablas de multiplicar para poder resolver problemas más complicados.

A Gustavo le cayó como un balde de agua fría, ya que él no se sentía seguro con las matemáticas y le daba miedo equivocarse frente a sus compañeros.

"- ¡Hola Gustavo! ¿Cómo estás hoy?", preguntó Lucas, el niño más extrovertido y alegre de la clase. "- Hola Lucas... estoy un poco nervioso por tener que aprenderme las tablas de multiplicar", respondió Gustavo tímidamente. "- No te preocupes amigo, yo te ayudaré a estudiarlas.

Verás que juntos será mucho más fácil", dijo Lucas con una sonrisa reconfortante. Así comenzaron a reunirse todas las tardes después de clases en el parque del pueblo para estudiar juntos.

Lucas hacía divertidos juegos y canciones para memorizar las tablas, lo cual hacía que Gustavo se sintiera menos presionado y más motivado a aprender. Con el paso de los días, Gustavo fue adquiriendo confianza en sí mismo y en sus habilidades matemáticas.

Ya no temía cometer errores frente a sus compañeros, sino que veía cada error como una oportunidad para mejorar. Llegó el día del examen final de las tablas de multiplicar y todos los niños estaban nerviosos. La Señorita Ángela repartió las hojas con los problemas y todos comenzaron a resolverlos en silencio.

Gustavo respiró hondo y empezó a recordar todas las canciones y juegos que había practicado con Lucas. Poco a poco fue resolviendo cada problema con seguridad hasta llegar al último.

La Señorita Ángela recogió las hojas y comenzó a corregirlas mientras los niños esperaban ansiosos el resultado. Finalmente, anunció:"- ¡Felicitaciones a todos! Han pasado el examen con éxito. "Los niños estallaron en aplausos y alegría.

Gustavo sonreía radiante junto a Lucas, quien lo abrazaba emocionado por el logro alcanzado juntos. Desde ese día, Gustavo entendió que pedir ayuda no era malo y que trabajar en equipo podía hacer todo más fácil y divertido.

Ahora disfrutaba resolver problemas matemáticos junto a sus amigos sabiendo que juntos podían lograr cualquier cosa. Y así, entre risas e historias compartidas, Gustavo descubrió no solo el maravilloso mundo de las matemáticas sino también la importancia del apoyo mutuo y la amistad verdadera en su camino hacia el aprendizaje.

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