El valor de la amistad y la superación



Había una vez en un lindo estanque, un simpático sapito llamado Antonio. Antonio era un sapito muy especial, ya que le encantaba comer chirimoya, pero detestaba las rosas.

Todos los demás animalitos del estanque no entendían por qué Antonio odiaba las rosas, ya que para ellos eran tan hermosas como las chirimoyas eran deliciosas. Un día, Antonio decidió demostrar lo valiente y rebelde que era, desafiando a las espinas de una rosa.

Convencido de que nada le pasaría, se acercó con su lengua extendida para probarla, pero ¡Ay, qué error cometió! Las espinas de la rosa lo pincharon, causándole un dolor que nunca antes había sentido. Antonio gritó y lloró, arrepentido de su decisión.

En ese momento, apareció Don Sapo, un sabio sapito anciano que vivía en una esquina del estanque. "¿Qué te pasa, Antonio?" preguntó Don Sapo al ver al joven sapito llorando. Antonio, entre sollozos, le contó lo sucedido y cómo se había dejado llevar por su rebeldía.

Don Sapo lo escuchó atentamente y luego le dijo: "A veces, las apariencias nos pueden engañar, querido Antonio. Las rosas, por más bellas que sean, también tienen espinas, así como las chirimoyas, por más sabrosas que sean, tienen semillas.

Aprender a apreciar tanto lo bueno como lo malo en cada cosa nos hace más sabios y valientes."

Antonio reflexionó sobre las palabras de Don Sapo y, con el tiempo, aprendió a ver lo bueno en cada ser vivo y a ser más prudente en sus decisiones. Desde entonces, Antonio se convirtió en un sapito más amable y comprensivo, valorando la importancia de la amistad y la sabiduría. Y, a pesar de todo, siguió disfrutando de sus adoradas chirimoyas.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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