El Valor de la Amistad y la Valentía



Era un hermoso día en el jardín de infantes, y Lala y Lola estaban muy contentas jugando con sus coloridos juguetes. Risas y juegos llenaban el aire hasta que de repente, apareció Pepito, un niño travieso y algo conflictivo.

- ¡Mirá lo que tengo! - gritó Pepito, mientras pateaba todos los juguetes de Lala y Lola por el suelo. Las muñecas, los bloques y los pelotas volaron por todas partes.

Lala y Lola se quedaron boquiabiertas. Nunca habían visto nada igual. La diversión se convirtió en tristeza al ver cómo sus amigos de juguete se despedían de la diversión.

- ¿Por qué hiciste eso, Pepito? - preguntó Lala.

- No le des bolilla, esto no es divertido - contestó Pepito, riéndose mientras más juguetes caían.

Las niñas, afectadas, decidieron que era importante contarle a alguien, así que fueron rápidamente donde la profesora Rosaura.

- ¡Miss Rosaura! - gritaron al unísono. - Pepito pateó nuestros juguetes y los rompió.

La profesora, siempre atenta y comprensiva, las abrazó suavemente.

- No te preocupes, queridas, este tipo de comportamiento no está bien. Voy a hablar con Pepito - dijo Rosaura con voz tranquilizadora.

Cuando Rosaura se acercó a Pepito, él la miró un poco nervioso.

- Pepito, ¿por qué rompiste los juguetes de Lala y Lola? - preguntó la profesora.

- Fue solo un juego, voy a disculparme con ellas - afirmó Pepito con una sonrisa astuta.

Después de esa conversación, Pepito se fue, aparentemente convencido de elegir el camino correcto. Sin embargo, al poco tiempo, volvió a dar problemas.

A medida que Lala y Lola intentaban recoger sus juguetes, Pepito se acercó sigilosamente y les jaló los cabellos.

- ¡Ay! - gritó Lala, mientras Lola sollozaba. - ¡Eso no se hace!

En ese momento, Lola tomó la mano de Lala y, con valentía, tomó la decisión de afrontar la situación.

- ¡Miss Rosaura! - gritó Lola, atrayendo la atención de la profesora. - ¡Pepito nos está haciendo daño! No queremos jugar más así.

Rosaura rápidamente se acercó a las tres y miró a Pepito.

- Pepito, esto es inaceptable. Vamos a hablar sobre el respeto y cómo comportarnos en el jardín de infantes. - le dijo con firmeza.

Pepito, sintiéndose un poco abrumado por la situación, finalmente aceptó que había hecho mal.

- Lo siento, no quise hacerles daño - murmuró.

- Reconocer nuestros errores es muy valiente, Pepito. Pero también es importante aprender a ser un buen amigo - le recordó Rosaura.

Desde ese día, Pepito se esforzó por hacer las paces con Lala y Lola. Se acercó a ellas una tarde mientras jugaban.

- Chicas, ¿me perdonan? Prometo no volver a hacerles eso. - dijo con sinceridad.

Lala y Lola se miraron y, con el corazón aún un poco dolido, decidieron darle una segunda oportunidad.

- Está bien, Pepito. Pero solo si prometés jugar con nosotros y no hacer cosas malas - respondió Lala.

- ¡Seguro! ¡Divirtámonos juntos! - exclamó Pepito, emocionado.

Así, los tres comenzaron a jugar y aprender juntos. Lala y Lola le enseñaron a Pepito la importancia de ser amables y respetuosos, y Pepito les mostró que todos podemos cambiar y mejorar.

Al final, lo más valioso que aprendieron fue que las amistades pueden sanar las heridas y que cada uno tiene la capacidad de ser mejor. Al compartir sus juegos, risas y, sobre todo, su cariño, dejaron atrás las malas experiencias y empezaron una linda amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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